Ella, la niña y él se sentaron a la mesa, desayunaron tranquilos mientras se reían y platicaban. En el comedor los ventanales eran grandes y las persianas estaban abiertas, dejaban pasar la totalidad de la luz del sol, todo en el ese cuarto se veía dorado, completamente iluminado, bellamente enmarcado, cual pintura de pintor de fama.
Después salieron y caminaron por el parque, jugaron sobre el césped y se rieron mucho, disfrutaron cada instante.
Al final de la tarde se recostaron cerca de un árbol de pino y observaron el atardecer, estuvieron así, quietos, apreciando como el sol se posaba sobre el horizonte y como sus rayos aún brillantes se refractaban por entre las nubes blancas de algodón, formando siluetas de colores naranja matizados por el mejor artista, el espectáculo era enternecedor, como para guardarlo en un recuerdo eterno.
Después de un rato el sol desapareció por completo y con la oscuridad de la noche la niña se durmió, las estrellas empezaron a tiritar a lo lejos, en el universo infinito, junto a una luna llena inmensa, solo comparable con la belleza de una vida en el paraíso.
Caminaron de regreso a casa y él cargaba a la niña ya dormida mientras ella lo abrazaba suavemente, en su trayecto observaban el cielo, sus estrellas, los astros, la luna y toda su esplendor.
De regreso, ya en la casa, recostaron a la niña en su cama y la arroparon, luego ellos se fueron hacia la cocina y prepararon dos tasas de té, las bebieron en el comedor mientras platicaban sobre las cosas que realizaron durante el día, más tarde se fueron a la cama y se recostaron uno junto al otro, en medio de un abrazo cálido y un beso no menos inmenso, se durmieron suavemente y sus sueños fueron bellos, similares a los escenarios de plenitud ocurridos durante su día.
Mientras bebía el café pensó que el sueño que tuvo fue hermoso, supo que su vida jamás pudo ser así, fue una imagen ideal, una realidad dislocada, fuera de su vida actual, una ilusión de su mente, de sus deseos y recuerdos más preciados, todo fue solo un sueño Majestuoso.
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