mayo 28, 2008

Antorcha TicoBlogger:


El día de hoy he recibido del compañero blogger Aprendiz de Samurai la Antorcha Ticoblogger, la cual recibo con mucho agrado al igual que sus comentarios. Me parece una excelente inicitiva para fomentar la union blogger.

Entonces; estuve viendo blogs y al final me decidí a pasarle la Luz de la Antorcha a un blog que me parece interesante y que a la vez tiene algo similar al mío, principalmente por el último post, se trata

Empecemos con lo que me gusta del blog, me agrada mucho su forma escribir, tan cotidiana y sencilla, los post´s son cortos, entretenidos, muy comprensibles y muy humanos, en el blog ella cuenta tan solo lo que se le viene a la mente sin mayores complicaciones, lo que le ocurre a diario lo muestra al mundo por medio del blog, las imagenes que añade en cada entrada son muy apropiadas, muy interesantes, se ve que se toma el tiempo para buscar la imagen adecuada para hacer una unión entre lo que escribe y la imagen. La plantila es sencilla pero a mi parecer adecuada con el estilo bohemio y sombrio del Blog, ese estilo bohemio me llama la antención, me gusta.

Bien, eso fue lo que me gustó del blog, ahora voy a decir lo que no me gusta tanto, en realidad no son muchas cosas, son solo 2 cosas, y bien empecemos, no me agrada para nada ver la Navbar, a mi parecer debería ocultarla para que se vea mejor el blog, el color de la Navbar y la plantilla me parece que no convinan muy bien, más bien desentona. Por otro lado, en lo personal no me gusta Paulo Cohelo, y por ello esa parte de la descripción del blog no me agrada mucho, sin embargo creo que eso es algo muy personal.

¡Que la Antorcha continue su recorrido!





mayo 15, 2008

Las Ruinas de la Especie II

Las Ruinas de la Especie
(Segunda Parte)


I
Los papeles


Debajo de la cama tiene una caja de cartón donde guarda cada una de las facturas que le entregan, de hecho no son muchas, si su vida se escribiera respecto de las cosas que ha comprado, se podría decir que no ha vivido.

Además, en la caja tiene el acta de su nacimiento, pero está tan vieja y amarilla que no se distinguen los datos, lo único que se puede entre leer es el nombre de su padre: “Desconocido”. También dentro de la caja guarda comprobantes de pago de salario, las colillas de los cheques que ha cambiado y un certificado de compra del apartamento.

Aunque la longevidad de los documentos en unos es más corta que en otros, en ninguno se puede encontrar su nombre y en algunos documentos está tachado. La mayoría de su vida, que no es mucha, se encuentra en esa caja.

También, en la caja tiene una certificación matrimonial expedida por un tal Padre Alfonso, y aunque la fecha del documento es 9 de abril, esta no tiene mayor significado para él, la fecha es lo único que es legible, y no es por que este muy viejo el documento, sino por que en realidad parece que tiene una taza de café amargo vertido, probablemente algún accidente mientras la releía.

Parece como si la caja fuese para él una especie de diario personal, pero un diario en blanco, un diario de una vida sin recuerdos. Ningún documento de la caja tiene algún sentido significativo o alguna representación para él.


II
Los Cigarrillos


Abrió el cajón de la mesita que estaba en la sala y no había cigarrillos. Atisbó la situación y se dispuso a salir al almacén para comprar algunos, tomó la chaqueta negra y se fue.

Las gradas del edificio donde vivía crujían fúnebremente con su lento paso. Por la acera vio a las mismas personas en las ventanas de los apartamentos.

En el apartamento de la esquina una anciana observa el sepulcro del sol por la tarde, lo hace desde los tiempos de la revolución.

En el almacén le entregaron los cigarrillos tras el gesto absurdo que hizo, colocó los dedos índice y cordial sobre los labios, no dijo una palabra, el dependiente entendió el gesto, le entregó 10 ruedas de cigarros “Romeo y Julieta” y él le dio el monto exacto del valor más una propina, que no varia desde la vez que compró los primeros cigarrillos, hace unas décadas atrás.


III
El periódico


Acostumbra leer el periódico durante las mañanas y tiene una forma particular de hacerlo. Como no le importa el tiempo igual no le interesa si lo que presentan las noticias sucedió hoy u ocurrió hace un siglo, para él todo es atemporal, es lo mismo.

No compra el periódico de la misma forma que la gente común, si no que lo hace por kilos, en un pequeño establecimiento del mercado, donde venden libros usados. Lleva algunas monedas por las cuales le entregan a veces hasta diez kilos de periódico, con fechas que en algunos casos pueden ser muy lejanas, eso le basta para leer durante varios días. Además lee en sentido contrario, de la última página hacia la primera. Durante las noches relee el mismo periódico de la mañana.


IV
La premonición


El jueves más lluvioso un de año lustral se hallaba en el café, donde venden cerveza cruda, ese día se pasó toda la tarde y parte de la noche, tomó varias jarras y fumó muchos cigarrillos.

Normalmente al café no llega gente foránea, la mayoría son los mismos que llegan desde hace varias décadas, de hecho, la fachada, el mobiliario y la ambientación del café no ha cambiado desde aquel primer día que abrió las puertas al público, en un mes de octubre de un año impar. La gente tampoco ha cambiado mucho.

La lluvia apaciguó hasta altas horas de la noche, pero no totalmente, aún permanecía una garúa. Se encontraba dispuesto a regresar a su casa, pero cuando inhaló el final hit del cigarrillo y lanzó este al suelo, pasó algo extraño. Cuando el cigarrillo cayó al suelo, cayó de pie, en forma perpendicular, en ese momento pensó, cuantas probabilidades existen de que eso pueda pasar.

Tomó aquella situación como un presagio, una premonición, y por ello decidió no irse aún del café, de hecho, se fue hasta la mañana siguiente, cuando ya no llovía.


V
El tornamesa


Ciertos días del año siente ganas de escuchar música, busca el viejo tornamesa y el único disco que tiene. Escucha el disco varias veces hasta que la misma tonada lo disloca de la realidad y lo lleva a un sueño lejano, un bello recuerdo.

Escucha con suficiente paciencia las canciones del viejo disco, además fuma algunos cigarrillos mientras se recuesta sobre el amoldado sillón de la sala. Durante ese tiempo no siente ninguna necesidad, solo escucha el disco una y otra vez. A veces murmura un par de tonadas que casi no se escuchan ni siquiera por el mismo. Después de un buen rato guarda el tormanesa en el mismo lugar de donde lo sacó y continúa con lo que estaba haciendo antes de escuchar la música, nada.


VI
La máquina del tiempo


No usa reloj, por que medir el tiempo significa afirmar en que momento se encuentra, de hecho no sabe como se usa un reloj, para todas sus actividades, que no son muchas, lo que utiliza es el instinto, algo biológico le indica el tiempo.

Está totalmente programado, incluso sus necesidades básicas las hace siempre en una hora específica, todo tiene su momento exacto y definido para él.

Nunca ha utilizado un reloj, una máquina del tiempo, pero es preciso en sus quehaceres, nunca se desvía, su instinto en un péndulo crono, incluso la hora del baño, la hora de cenar, la hora de dormir, la hora de ir al café donde venden cerveza cruda, todos sus horarios son exactos, tal vez una relación extraña del tiempo lo posee, una dimensión más exacta, como sus sueños.


VII
El sueño


Regresó a su antiguo trabajo y todo estaba tal cual lo dejó, sus compañeros, a los cuales nunca les habló, estaban igual, tampoco ahora les habló, su escritorio estaba exacto, con excepción de algunos papeles amarillentos que estaban por archivar.

Parecía como sino hubiera pasado el tiempo, como si lo estuvieran esperando, como si no hubiera pasado nada.

Hizo lo mismo de todos los días, nada, ese era su trabajo, sentarse frente al escritorio, ver como le colocan papeles, algunos por los archivar, muy pocos, otros tan solo alguien los coloca y otra persona se los lleva, él no hace nada, contempla el tiempo pasar.

A la hora del almuerzo, fue al mismo restaurante y pidió lo mismo que siempre ha pedido, caldo de sopa sin vegetales, sin carnes y un vaso de agua. Después del almuerzo, de regreso a la oficina no hizo nada, solo se sentó y ni siquiera vio a la gente pasar, sus compañeros ni siquiera se percataron de su regreso, incluso no se percataron de su salida.

Por la tarde a la hora de la salida del trabajo, se percató de algo, cuando dio el primer paso fuera de la oficina vio sus pies y los vio descalzos, no llevaba zapatos.


VIII
La soledad


El día de muertos sintió algo que no había sentido antes, o tal vez sí, pero no lo recuerda, la soledad.

Ese día lo aquejaba una sensación de soledad extenuante, abrasadora, una soledad tan sola que le hacía sentir más sólo que la misma soledad. No hizo nada, se quedó recostado en el viejo sillón de la sala, como agasajando un sentimiento de impotencia.

Tardó varias horas en percatarse de la situación real, pero cuando lo hizo, sintió que no le importaba, encendió un cigarrillo, se puso de pie y salió a la calle, caminó por el parque y llegó al café donde venden cerveza cruda, entró.

Por la noche regresó a su casa y no recordó la razón por la cual había salido, se sentó sobre la cama, se quitó los zapatos y leyó un viejo libro de filosofía alemana, algunas horas después se quedó dormido con el libro.


IX
El sueño


Los días de invierno, con el frío, siente en su pierna izquierda un dolor justo en el centro de la rodilla, no es mucho, pero es constante, incesante, como la punta de un alfiler caliente, y a cada paso siente que se le inocula en la rodilla. No le gusta salir los días de invierno.

Aquel traumático día tuvo que salir a comprar algunas latas de sardina y como si fuera una premonición de su pensamiento, sabía que era invierno, frío, como el pensamiento de un asesino, no tenía ni un exiguo deseo de ir y cuando dio el primer paso fuera de la casa vio que colocó el zapato derecho en la entrelinea de dos de los cuadros de la cerámica, lo tomó como algo sin importancia, auque sabía que eso era el preludio de algo mayor.

Salió y caminó algunas cuadras, ya sentía la punta del alfiler inoculándosele en su rodilla, cada vez más penetrante, en la esquina de una cuadra impar ya no pudo caminar, se desbalanceó, el dolor fue demasiado, la rodilla se le destruyó, cayó de frente a la calle, su cara iba directo al suelo, cerró los ojos para evitar el golpe, luego despertó de aquel sueño, tomó una tasa de café amargo.

X
La cama


El tiempo de dormir, es un tiempo exacto, todas las noches, cada noche, al menos cuando esta en casa. Tiene una hora específica para dormir y de de hecho tiene todo un ritual para ir a la cama.

Una de las cosas más extrañas en su forma de dormir, de su ritual, es que siempre se acuesta boca arriba y con sus manos en el pecho, en actitud de difunto, tal vez lo crea realmente, o tal vez presienta su muerte de esa forma, mientras duerme.

Duerme en la posición de muerto, del lado derecho de la cama y no se mueve de ahí, al día siguiente se levanta tal cual se acostó, como si el tiempo no hubiera pasado, para él todo es atemporal, incluso sus sueños.


XI
El Diccionario


Junto a la cama, al lado derecho, en el suelo, a la par de la mesita de noche, tiene dos grandes diccionarios de la real academia de la lengua española.

Los diccionarios son de ediciones distintas y uno de sus placeres más salaces es leerlos y comparar las variaciones en las definiciones de las palabras de una edición a la otra, conoce muchas palabras, algunas muy extrañas, algunas bonitas según su apreciación y otras no tanto según su misma apreciación.

El día de brujas leyó una palabra que le pareció bastante bonita, es la palabra "apostasía" cuyo significado no varia en ninguno de los dos diccionarios, además piensa que es una palabra que ha logrado varios prosélitos durante los últimos tiempos.


XII
El libro


Antes de dormir, antes de que el tiempo exacto de dormir llegue, suele leer alguno de sus ya repetidamente leídos libros.

El tiempo para él no es una relación como la perciben el resto de las personas, para él, es una relación específica de cada cual, en particular, mide el tiempo de forma que no necesita ningún mecanismo externo, se trata de algún tipo de mecanismo biológico o de costumbrismo exagerado.

Sin embargo algunas veces su relación del tiempo se pierde un poco, se disloca. A veces cuando esta leyendo en la cama y el tiempo de dormir llega, el libro duerme con él, como no tiene oportunidad de despojarse del libro lo que hace es tomar su posición de dormir, la de difunto, y con el libro en las manos y estas en su pecho, se duerme.

Por la mañana despierta igual, como un muerto y parece que el libro, lo único que lo mantiene atado a este mundo, lo revive, cual libro de la vida.


XIII
El sueño


La noche bisiesta tuvo un sueño, fue uno de los sueños recurrentes. Sueña que está en una carretera desolada y que tiene varios días con sus noches caminando.

En la carretera nadie caminaba con él, esta solo, como siempre. A lo lejos puede ver el final del camino, es su casa, pero cuando llega y le falta muy poco para llegar la calle poco a poco se va empinando.

Finalmente, a pocos metros para llegar, el camino practicante se vuelve perpendicular, de hecho ya no camina, escala afanosamente por llegar, resbala, no puede sujetarse, e intenta de toda forma llegar al final del camino para estar a salvo, siente que no terminara nunca y que si no llega a su casa no va estar tranquilo.

En el sueño nunca ha podido llegar al final del camino, tal vez en su vida tampoco.


XIV
La ropa


El armario que tiene es viejo y muy comido por las polillas. Ahí guarda la ropa, en realidad no es mucha, son exactamente siete trajes negros completamente iguales y siete camisas blancas de la misma marca.

Parece que todos los días se vistiera con la misma ropa, su traje negro con camisa blanca, cacheta negra, zapatos negros y un sobrero negro de ala ancha, al estilo gangster en decadencia.

Sus trajes, de estilo italiano, se los confeccionaba un viejo sastre de una esquina amarilla del barrio, pero cuando este murió no tuvo el valor de hablar con otro sastre, con el difunto tampoco lo hizo nunca. Los trajes que tiene ahora están muy corroídos por el tiempo, igual que él.


XV
La ventana


El apartamento solía tener una ventana, pero cuando él se instaló, colocó el viejo armario de forma que tapó toda luz que pudiera entrar por la ventana, desde ese día el apartamento se convirtió en un lugar taciturno, igual que él, con un aire de funeraria y un cierto olor a alcohol podrido que se cuela entre las paredes y no encuentra escapes de aire.

Todo lo que entra al apartamento se vuelve grisáceo, todos los muebles, que son pocos, tienen una expresión cabizbaja, melancólica.


XVI
La Mesa


No hay mucho espacio en su apartamento, pero tiene un pequeño comedor. Una mesa de cenízaro y dos sillas de la misma madera, siempre utiliza la misma cuando va a comer, la otra esta empolvada por el desuso, nunca la utiliza.

La mesa esta totalmente despigmentada por la antigüedad, la compró el mismo día que compró el apartamento, aunque tiene un círculo que aun no ha perdido el color original , de madera tintada, ese círculo corresponde al preciso lugar donde siempre coloca el plato para comer.


XVII
La Vajilla


Al igual que la mesa, la vajilla también la compró el mismo día que compró el apartamento, era una vajilla de doce platos planos y doce platos hondos, nunca utilizó los platos planos.

Era blanca, completamente blanca, pero con el pasar de los años ya las piezas tienen un color amarillento. En realidad desde el primer día solo ha utilizado un único plato, nunca lo ha cambiado.

Solo tiene un único tenedor y un único vaso, el tenedor es de plata forjada y el vaso de vidrio transparente, cristalino, aunque con el tiempo ya no es tan transparente, tan cristalino.

No ha necesitado más piezas para comer que las ya mencionadas, su comer es una apología de antigüedades.


XVIII
Los Zapatos


Los zapatos al igual que los trajes, son idénticos, tiene varios pares pero todos idénticos, tan apropiadamente amoldados a sus pies, que no se podrían encontrar diferencias entre un zapato de un par y otro, sin embargo él conoce con exactitud que zapato corresponde a cada par determinado.

Los zapatos que utiliza entre semana no son los mismos que utiliza el fin de semana, tiene una preferencia especial para los fines de semana, aunque todos son iguales.

En el dedo pequeño del pie derecho tiene un callo, todos los zapatos ya tienen esa malformación que se ajusta para no causar molestias al caminar.


XIX
El sueño


Aquel día durmió a la misma hora de todos los jueves de los años impares, no sabe cual es, pero es la misma, durmió y tuvo un sueño que lo despertó exacto a la hora del gallo.

El sueño fue extraño, soñó que estaba caminando por una calle solitaria, alejada de la cuidad y de pronto se encontró frente al panteón municipal, no pudo detenerse, entró, camino por entre los sepulcros, leyó los nombres de los que allí yacían, siguió caminando, anochecía, la neblina se hacía presente, sintió miradas, extremó el frío, adelantó hasta el centro del panteón, encontró una cripta y entró en ella.

En la cripta yacía un único difunto y una única inscripción fúnebre que expresaba: “Yacen aquí los restos de una fría alma, su nombre no se dirá, para que su triste historia no se vuelva a repetir”.

Despertó del extraño sueño y no pudo dormir más, tomó dos tazas de café amargo y fumó algunos cigarrillos.


XX
El Café de la Esquina


El día 9 de abril se levantó igual que siempre, como un difunto, preparó café y se tomó algunas tazas, se las tomó amargo, como ayer, como siempre. Luego se recostó en el viejo sillón y fumó algunos cigarrillos, observó la pasividad con que el humo se disipa en el ambiente, le pareció hermoso, hizo algunos círculos con el humo, después estos se esparcían y parecían crear imágenes, tal vez algunos recuerdos lejanos.

Permaneció así toda la mañana, hasta el medio día, decidió almorzar, revisó y solo le quedaba una lata de sardina, la sirvió junto con un vaso de agua, comió y sabía que tenía que ir a comprar más latas de sardina.

Buscó su chaqueta, estaba en el mismo lugar de siempre, se la puso, fumó un último “Romero y Julieta” antes de salir por las latas de sardinas.

Presintió que ese día iba a llover, aun así no quiso llevar el paraguas, salió del apartamento, y camino como siempre del lado derecho, en sincronía con los cuadros de la acera y con las manos en los bolsillos.

Así fue todo el camino, vio hacia el cielo y lo notó gris, asumió la lluvia como una realidad, aunque aun no caía.

Llegó a la tienda y compró las latas de sardina igual que siempre, de regreso a casa recordó que era sábado y que los sábados va al café donde sirven cerveza cruda. Se dirigió hacia el Café, cruzó el parque y cuando el café aun no estaba a su visibilidad total vio algo extraño, continuo acercando hasta llegar a la entrada precisa del café donde sirven cerveza cruda, había un anuncio municipal que decía: "Cerrado Permanentemente".

No pudo pensar, se quedó ahí, soltó la bolsa que traía en la mano, miro fijamente el letrero, no se pudo mover, fue como encontrar un portal a otra dimensión, una inexacta, inverosímil, fue irracional para él, no respiraba, luego de ese momento impreciso se volvió hacia la calle, dio un par de pasos y se sentó en la cuneta de la acera, empezó a llover, se estaba empapando, los automóviles le pringaban con el agua de los charcos, su mirada esta extraviada, taciturna.

Se quedó sentado, empapado, impotente, difunto, se quitó los zapatos y los tiró a la calle, no llevaba medias, se quedo ahí, inmóvil, muerto, descalzo.

Las Ruinas de la Especie I

Las Ruinas de la Especie
(Primera Parte)


I

Salió de la casa temprano, aún no nacía el sol, caminó de la misma forma encorvada de siempre, tomó el autobús, no dijo una palabra, su mirada miserable lo acompañaba a todos lados, llegó a la oficina, tomó una taza de café, no hizo nada, no dijo una palabra, se quedó sentado hasta el medio día, después salió a almorzar y regresó con la misma expresión de no haber hecho nada, hizo un par de cosas en la oficina como para disimular el aburrimiento, se fue a casa y nadie lo esperaba, abrió una lata de sardina para cenar y se acostó parsimonio, de la misma forma que lo hizo ayer, al día siguiente fue igual.


II

Caminó por la calle a la oficina, escondió su cabeza entre los hombros por la llovizna que lo rozaba, miró al cielo como para detener la llovizna, no se detuvo, llegó a la oficina y buscó un poco café, se lo tomó amargo, no habló con nadie, aún no conoce a sus compañeros de trabajo, se detuvo junto al escritorio y vio varios papeles, revisó algunos y los archivó correctamente, durante el almuerzo fue a un restaurante de mesas redondas y luz tenue, pidió lo mismo de siempre, caldo sopa sin vegetales, sin carnes y un vaso de agua, de regreso a la oficina no hizo nada, salió del trabajo y se fue directo a su casa con la misma expresión triste de todos los días.


III

Se levantó a las once del día, la noche anterior fue al café de la esquina, donde sirven cerveza cruda, tomó varias jarras, se fue cuando de sus bolsillos no había una moneda más, ni siquiera se pudo embriagar, estuvo solo toda la noche, platicó en silencio con las jarras de cerveza y una a una se las fue bebiendo. Se fue a casa y no llevaba ningún pensamiento, se acostó y no soñó nada. Cuando se levantó fue a la cocina y tomó unas galletas añejas y un vaso de agua, se recostó en el sofá y se durmió de nuevo, en la noche despertó y fue lo mismo del día anterior.


IV

Regresó de la oficina y la casa estaba tal cual la dejó, intacta, nadie lo esperaba, tuvo la misma cena de hace ya varios años, una lata de sardina y un vaso de agua, se recostó en la cama y se quedó dormido, tuvo un sueño. Soñó que soñaba y en el sueño cuando despertó vio en la cómoda sentado en la silla a un gran chancho rosado que frente al espejo se comía con algún gusto excitante todos los libros que tenía, incluso los manuscritos que él había hecho para alguien que ya no recuerda, despertó del sueño y ya era hora de ir a trabajar, se puso el pantalón de los martes y la camisa de los jueves, y se fue a la oficina.


V

El día que no tenía que ir a la oficina no tenía nada que hacer, en la oficina tampoco hacía mucho, se levantó de la cama y se recostó en el sofá, buscaba algunos recuerdos, no tenía ninguno, encendió un cigarrillo, y vio la paz con que el humo se esparcía por el ambiente, tuvo un recuerdo fugaz. La noche anterior a su cópula fue al café de la esquina, donde sirven cerveza cruda, sacó una moneda para pagar y ésta se le fue entre los dedos, cayó la moneda, cayó de filo y se fue rondando hasta la puerta del café, salió del café la moneda y él también, siguió rodando la moneda, brincó un charco, cruzó la calle y se detuvo frente al sanatorio, no recuerda que más sucedió.


VI

Venía del café donde venden cerveza cruda, y ya estaba un tanto dislocado de la realidad, caminaba a través del parque para llegar a su casa, escuchó ruidos extraños entre los árboles, no les tomó importancia, tropezó con una piedra y cayó de rodillas, se sentó en una banca para sobarse la rodilla izquierda, ésta le dolía más. Las noches frías la rodilla izquierda le duele. Se levantó y siguió caminando con las manos en los bolsillos, a lo lejos escuchó una canción de Sabina, que le hizo recordar su embriaguez y su soledad.


VII

Era un día feriado, un día en el cual no tenía que ir trabajar, un día extraño, del cual no estaba totalmente seguro del por qué no había que ir a trabajar, se levantó temprano igual que todos los días y dio varias vueltas por el cuarto, quiso ir a trabajar pero recordó que hace un año en la misma fecha fue a la oficina y no lo dejaron entrar, insistió mucho pero el oficial de seguridad no lo dejó, no iba a hacer nada, pero necesitaba entrar, este año se quedó en el apartamento. Encendió un cigarrillo y tomó un vaso de agua, siguió dando vueltas por el cuarto, fue desesperante, no sabía que hacer, a las tres de la tarde le abrieron el café de la esquina, donde venden cerveza cruda, estuvo hasta la media noche, después fue a casa y se durmió tranquilo, al día siguiente fue a trabajar y no hizo nada, se sentó a observar el escritorio con la parsimonia del crepúsculo.


VIII

En octubre no se baña, por que llueve mucho, y siente por alguna razón poco compresible que no debe de mojarse más de lo necesario. El día viernes después del trabajo no tuvo ganas de tomar cerveza, de hecho se fue tranquilo a casa y de hecho no quiso ni comer, se recostó en el sofá y encendió un cigarrillo, tan solo yacía en ese lugar, aislado de la realidad, observaba el humo, se quedó dormido, tuvo un sueño que no recordó, por que se levantó muy asustado y haciendo un aspaviento, mientras dormía sintió que un zorro vino y le besó la oreja. Después no pudo dormir más.


IX

Durante la mañana despertó e intentó saber que día era, recordó a Gógol y pensó que definidamente no era martumbre, y que no era algún momento entre el día y la noche, después de un rato de consideraciones como las anteriores concluyó que era de mañana y que era viernes trece, sabía que esa fecha significaba algo pero no estaba totalmente seguro de ese significado. Hizo una taza de café a la cual le agregó doce puñitos de azúcar, equivalentes a media cuchara, se tomó el café amargo, mientras bebía a sorbos, leyó el periódico y lo hizo de atrás hacia delante, tal vez así encontraría algo diferente, después se puso el pantalón y la camisa para ir trabajar, también las medias y los zapatos, las medias no eran precisamente del mismo color, no importa en realidad, nadie las ve.


X

Difícilmente recuerda lo que haya pasado antes del día anterior, solía decir que los días eran muy largos y que de los años poco se recuerda, de hecho no se recuerda nada. Exceptuando algunas imágenes fugaces en su memoria, que precisamente no puede ordenar. Recordó que una vez se halló juntando una moneda justo frente al sanatorio local y que en ese momento pensó, “Cómo sabemos que los locos son locos? Si cuando locos piensan que los cuerdos son locos y la función inversa, de tal forma que no habría forma de saberlo de un lado ni del otro, y así, que razón habría de existir para encerrar a un loco? Y por otro lado, a veces también los cuerdos son encerrados dentro y fuera del sanatorio”.


XI

La noche anterior volvió a tener el mismo sueño recurrente, el único que recuerda con mucha perfección. Sueña que es un día normal, pero cuando va por la acera con dirección a la oficina una gran serpiente negra lo roza con la cola y le deja impregnado un olor que no se percibe, pero que la serpiente lo puede olfatear a lo lejos, y lo hace para saber donde están sus presas, cuando lo roza él sabe que será la próxima victima de la serpiente y por ello empieza a esconderse, pero la serpiente siempre lo encuentra y cuando esta a punto de darle la picadura mortal él despierta sudando.


XII

Durante la época de invierno llueve mucho y por ello no le gusta salir a la calle, tiene que cambiar hasta la forma de caminar, no en cuanto a su forma encorvada sino en el péndulo de los pies, dice que así se moja menos. Llega a la oficina empapado y lo que hace de primero es tomar una taza de café amargo, no por que no lo endulce si no por que no lo hace bien, y lo ha intentado cientos de veces pero es imposible, por ello amargo le gusta más. Sobre el escritorio tiene una fotografía de una pequeña niña de rizos y camanances, no sabe quien es. En la oficina nadie le habla y él tampoco siente la necesidad de hacerlo, de hablar. Aunque alguna vez a querido preguntar quien es esa pequeña niña.


XIII

El último día del año es lo mismo que todos los demás, aunque por una cosa para él es distinto, de hecho hay algo que sucede todos los años que es muy diferente al resto de los días del año, pero lo mismo de todos los años. Para la fecha en la oficina obsequian una botella de vino a sus empleados, a él también se la obsequian, aunque nadie le habla y nadie sabe como se llama. En el momento que se la entregan, una chica delgada siempre le pregunta cómo se llama y él hace en un esfuerzo tremendo por pronunciar su nombre, es imposible, no lo recuerda, hace mucho que no lo dice, la chica deja la botella en el escritorio y se va, es lo mismo todos los años.


XIV

Un día por la tarde, de camino a casa, sintió ganas de pasar por el café, donde sirven cerveza cruda, y así lo hizo, buscó el lugar de siempre pero no había espacio, ese día la maestra del Kinder Garden decidió llevar a los pequeños chicos al café de paseo, fue algo extraño, el mismo café de hace tantos años y hoy no podía tomar la cerveza cruda de siempre, se fue a casa con la sensación más rara que nunca antes hubiera sentido.


XV

Los días de abril suele leer mucho, no sabe por que razón el resto del año no tiene la misma necesidad, lee los mismos libros de hace ya casi un cuarto de siglo, seis o siete veces ha leído cada uno de los empolvados libros, recuerda en especial un poema desconocido de un autor no menos desconocido.


Ironía Luseriana

Éstas son las tristes memorias de un poeta
Que soñaba alcanzar una estrella
Y cada día imaginaba subir una escalera
Pobre idiota!!

Un estúpido poeta quiso escribir cien poemas
Y hacer de los poemas peldaños de una escalera
Quiso llegar a la estrella y tocar su cadera
Tonto!!

Con el primer poema...
...su frente en el pavimento
_


Por algunos instantes divaga con esos versos, como imaginándose al triste poeta cayendo de lo alto de una escalera o tal vez lo bajo.


XVI

No desayuda y almuerza siempre en el mismo restaurante y en la misma mesa, durante las noches es lo mismo también, siempre cena una lata de sardina y un vaso de agua. Cuando le quedan cuatro latas de sardina en la despensa va al almacén y compra dos cajas, que contienen veinte seis sardinas cada una. El dueño del almacén tampoco habla con él, cuando lo ve llegar solo alista las dos cajas y se las entrega sin decir una palabra, él deja el monto exacto del precio sobre el mostrador y se va tal cual llegó, sin articular una sola palabra, y sin el más mínimo gesto.


XVII

Camina siempre del lado derecho, tiene estructurado totalmente las rutas por cuales tiene que pasar, de forma tal que nunca tiene que ir del lado izquierdo, aunque eso le represente tener que caminar un poco más, también cuando va por la acera tiene que colocar los pasos en cuadros exactos, no soporta dar un paso sobre una línea donde termina y empieza otro cuadro. En la casa es lo mismo, tiene piso cerámico, debe pararse solo sobre una pieza cerámica a la vez, lo cual a veces le crea complicaciones, además, cuando se baña tiene mucho cuidado con el azulejo, por que pasa igual, solo puede estar de pie en uno solo, tal vez por eso se baña poco.


XVIII

Acerca de lo que le pasó hace algunos años solo queda decir que lo fue interesante en un momento no lo parecía para el resto de la vida, y no es eso lo que piensa él, sino ella, y es que en un principio esa simplicidad y monotonía fue lo que la atrajo, y por ello se unieron, fueron varios años, hasta que los rizos de su producto no los tenía que peinar ella, desde ese momento se fue, y no regreso más, igual se fue su producto, los rizos, por ello, lo que en un momento parecía atractivo, después no lo fue más y esa es la razón por la que él esta en su mesa, comiendo una sardina con un vaso de agua.


XIX
El jueves lo despidieron del trabajo, en realidad no necesitaba trabajar, salió de la oficina y no llevaba nada más que un puño de papeles amarillos, caminó por la acera por cuadros exactos como siempre, tomó el autobús y llegó al café de la esquina, donde venden cerveza cruda, bebió hasta tarde, llegó a su casa y se acostó a dormir, durmió durante tres días, tuvo muchos sueños, los recurrentes, el chancho rosado, la serpiente y el zorro, y también otros nuevos, se despertó dislocado del tiempo y del espacio, desconcertado vio a todos lados y lo primero que atisbó fueron los papeles amarillos que trajo de la oficina, los tomó y se los empezó a comer con cierto gusto de manjar, entre mordidas leía algunas líneas que le extasiaban más el apetito, en alguna página decía una línea “Vosotros sois el gran chancho rosado” y en otra línea leyó “Vos mismo sois la serpiente”, terminó de comerse las páginas y se fue a la cocina, lánguido igual que ayer, igual que siempre, encendió un cigarrillo y tomó una taza de café amargo. Observó el humo del cigarrillo desplazarse por el aire y se quedó ahí, solo, sin hacer nada, cual ruina de la especie.

mayo 14, 2008

El Pececito de Oro


Soleado y muy brillante, un día hermoso, como un cuchillo rebanando una sandia abrieronse las nubes del cielo, poco a poco con un vestido blanco bajó una mujer. Dorada y con olor a jazmines. Era bellamente dorada, su cabello parecía rayitos de sol que le nacían de la cabeza perfecta.

Recién salían todos de la iglesia y ella estuvo a la vista general, se sentó con las piernas cruzadas en una de las torres del campanario de la iglesia y le preguntó a la multitud: Cuál es el nombre este pueblo?. Inspiraba un aire de paz, ligero, y cuando la gente respiraba sentía como dulce en los pulmones, chocolate, pero un dulce que era suave.

Después de la bella visión una sorpresa y congoja intempestiva los invadió a todos cuando se percataron realmente de la pregunta, por que hasta ese momento nadie en el pueblo había pensado en ese detalle, el nombre del pueblo, mudos quedaron ante la incisión de la pregunta, inoculada en el pensamiento de todos.

Ni los más viejos sabían o tenían una referencia de cómo se llamaba el pueblo donde vivían, tal vez por que nunca necesitaron un nombre, ni para dar una ubicación o una descripción, nunca hubieron visitantes. El pueblo no tenía nombre.

Desde la torre de la iglesia en ella se notó el enojo en sus penetrantes ojos cafés, como de miel salvaje, sin embargo, levitó pasiva hacia el río y todos la siguieron, tocó el agua cristalina y tomó unos sorbos para refrescarse, después de la expectación que había creado dijo:

“Un pueblo sin nombre es como que no fuera un pueblo, no es nada, no existe en la faz de la tierra, como una persona sin nombre, por que al nacer las personas es una necesidad básica asignar el nombre a los recién nacidos y a ese nombre se le atribuyen características endógenas y exógenas que hacen que se apropie del nombre y no el nombre de la persona, aunque en un principio el nombre de un recién nacido sea de carácter azaroso después se realiza un concilio, principalmente por el constante recordatorio, si no sucediese de esa forma las personas no serían personas, no serían nada, puesto que no se distinguiría el aporte del individuo del aporte de la especie, en cuyo caso no sería más que un animal sin sociedad, eso no es propio de la raza de ustedes, de los humanos, por que ustedes piensan y saben que estoy aquí.

De la misma forma que las personas necesitan un nombre para asociarse a un conjunto y distinguirse de la especie por su aporte o desaporte, producto de su propia personalidad, sea este producto en menor o mayor grado de factores exógenos, de igual forma un pueblo necesita un nombre, un distintivo que lo provea de una idiosincrasia, que está limitada en un principio por el propio nombre, por que este ayuda a determinarla, pero después, la consecuencia y es la más obvia, es que la personalidad de un pueblo determina al nombre, como a una asociación de cualidades propias resumidas a una relación de conjunto fácilmente determinable. Esto es, un pueblo con un buen nombre es un buen pueblo, su gente está feliz y se distingue del resto del mundo.

Por esta razón un pueblo debe tener nombre, por su propio bien, por el de sus habitantes, y ese nombre en la medida de lo posible debe ser el más acercado a la realidad del pueblo. Quien escoja y asigne el nombre del pueblo debe ser una persona que para empezar tenga un buen nombre, por ejemplo, no se puede llamar Cándido a un pillo, un ladrón. Además se debe conocer muy bien el pueblo.”

Después de decir esto se arrancó suavemente dos cabellos dorados de la hermosa cabellera y los mezcló con las manos junto con unas gotas de agua del río, como moldeando masa, y después le mostró a la muchedumbre lo que había hecho, un pececito de oro, y continúo diciendo:

“El nombre de este pueblo se lo pondrá una sola persona, una sabia y entendida de lo que es la vida, debe ser una persona con ceniza en la cabeza, con yucas en las manos y con aluviones en el cuerpo. Esa persona debe conocer cómo duermen los niños y por qué los hombres y las mujeres son salaces, y también debe saber cuáles son las peores vejaciones a las personas y a los animales.

Además, debe aprender a ver más allá de lo que sus ojos le muestran, a ver con los ojos del pensamiento y saber que los sentidos engañan. Quien encuentre este pececito tendrá todo el derecho de escoger el nombre para este lánguido pueblo.“

Tiró el pececito de oro al río y se deslizó suavemente hacia las blancas nubes, con una brisilla de paz, se fue hacia el cielo azulado y se perdió entre las nubes.

Entre los habitantes del pueblo no existía mucha afición por la pesca y después de la visita de ella, las circunstancias no cambiaron mucho y las aficiones tampoco.

mayo 12, 2008

El Soliloquio de los Números (El Nueve)


Existen algunos números que son feos y otros que son bonitos, tanto por su estética como por sí mismos, es decir por su expresión, si se fijan bien, hay números que llaman más la atención, que son más pomposos que otros, que destacan entre los demás, y esto es precisamente la belleza de cada uno, pero es una pomposidad diáfana y de inteligencia, algo pulcro.

Puerilmente podría decirse que todos los números son lo mismo, en el sistema numérico, pero por ejemplo, no hay número más ensimismado que el nueve, y lo digo con toda la seriedad del caso. Si usted lo ve bien, a detalle, puede ser un número muy bello y además tiene como una quietud femenina pero también tiene una virilidad intempestiva.

Ahora bien, tenga cuidado, por que si usted se distrae un poco, puede que un nueve se convierta en un seis y por eso hay que ser sigiloso cuando se le observa, por que aunque el seis también tiene su belleza, no es tanta como la del nueve. Por que con el nueve usted se siente bien hasta cuando lo pronuncia, sin ni siquiera pensar en él. Es más, usted puede pasar todo el día repitiendo el número nueve y verá que si esta enfermo, se sentirá mucho mejor de repente, como con más ganas de hacer las cosas, en suma más feliz y más vivo, vivo, por que el número nueve es como vivo, como con cierto libido, como que si usted lo viera caminar por la tablas de multiplicar o por los planos cartesianos, como que si en las rectas numéricas solo existiera el nueve.

Todo esto lo digo con el único afán de que si en algún momento de su vida se siente mal, no sienta miedo de pedirle ayuda a un número, por que aparte de que el número nueve sabe escuchar muy bien también sabe dar muy buenos consejos, sobre todo cuando se trata de cosas relacionadas con la comida y el amor.

Existen otros números que son muy simples, o muy feos, toscos, y para mi es como que no existen y de hecho yo ni siquiera los veo cuando realizo cálculos matemáticos o cuando pienso en cuestiones de la vida, importantes.

Un número que es muy simple es el uno, no tiene presencia, y a parte de simple yo diría que es bastante feo, por que si usted lo ve de frente es lo mismo que si usted lo viera de a lado, de perfil, como diciendo “que me importa todo”, es desinteresado y flaco, así que, yo creo que ese número aparte de simple también es feo e indiferente con el mundo, y es que si usted no tomara en cuenta el número uno en las labores matemáticas no se perdería mucho, por eso y por todas las consideraciones anteriores es que creo que el número uno es feo, como la ausencia.

Otro numero feo es el cinco, que si lo vemos por el lado amable, es medio redondo y es medio cuadrado, por tanto ni es de un tipo ni es del otro, de tal forma tenemos que no es nada, es decir, es otro que no sirve de mucho en el sistema numérico, de ahí que tampoco lo uso mucho.

Yo creo de esta forma que hay números muy bonitos, otros que no tanto y el resto que en definitiva, no sirven para nada, por que son muy feos e inservibles, como los órganos vestigiales.

 
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