marzo 16, 2009

La Puerta de las Ruinas de la Especie III

Las Ruinas de la Especie III
VIII
La puerta

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En su apartamento la puerta no tiene seguro, no tiene nada, y la explicación para ello es muy sencilla y al mismo tiempo obvia y deprimente, no existe razón para que alguien llegue a su puerta, de que alguna persona lo visite, no tiene amigos, incluso sus vecinos no saben que él vive ahí, para la gente ese es un lugar inhabitado, vacío desde que se construyo, nadie nunca toca a su puerta, ni siquiera los ladrones tienen razón para acercarse a ese apartamento, como si supieran que dentro no hay nada de valor.
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La puerta del apartamento número 9 es solitaria y taciturna, como su dueño, que es el único que la ha tocado durante las últimas décadas, sus bisagras gruñen cada vez que se abren y se cierran, que no es muchas veces al día, ni siquiera el viento se atreve a pasar al apartamento, la soledad y el enclaustramiento son el mejor repelente.
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Durante los días de verano a veces se logran colar por la puerta semiabierta algunos rayos de sol, pero cuando él se da cuenta de ello, inmediatamente la cierra fuertemente, y los insípidos rayos corren hacía afuera para no quedarse encerrados en ese lúgubre lugar, para no perderse en ese abismo de oscuridad incierta y tenebrosa.
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La puerta se abre pocas veces durante el día, incluso durante varios días puede que no se abra, como en el mes de octubre, que se abre la solo una vez por semana, y eso es algo que solo se puede explicar por alguna de sus psico-obsesiones compulsivas.
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marzo 11, 2009

Las Cartas de Las Ruinas de la Especie III

Las Ruinas de la Especie
VII
Las Cartas

En una vieja caja de cartón, casi desmaterializada, corroída por el tiempo y la labor imperiosa de la humedad y el calor, ahí tiene varias cartas guardadas, ensimismadas, cuyas hojas ya son amarillentas, con olor a recuerdos lejanos, como espacio podrido, como diciendo adiós a este mundo, y aunque en algunas cartas todavía se puede leer sus mensajes originales, en ninguna se puede descifrar su destino y en todas sus remitente es ilegible, no se puede saber para quién eran ni se puede determinar el nombre del que las intentó enviar, tal vez ni si quiera lo intento.
Junto a las cartas también guarda algunas fotografías pero desde que las tiene guardadas ahí, nunca ha logrado descifrar quienes son las personas de las imágenes, es como si fueran fantasmas de alguna vida pasada, una que no se recuerda ni siquiera mínimamente.

Una de las cartas que guarda esta fechada 9 de abril, pero el año no es comprensible y para él la fecha no significa nada, dentro tiene un pequeño poema, el cual lee de vez en cuando, en los momentos de soledad, y con su lectura puede notar cuan solitaria es su realidad. El poema es el siguiente:

El cigarrillo encendido
Y la copa vacía sobre la mesa
En el humo melancolía
En el vidrio cristal recuerdos

Un cuarto mínimo
La mesita en desorden
En el espacio soledad
En la madera pinturas de ella

Una mirada perdida
El sentimiento que se oculta
En la mejilla una lágrima
Y en las costillas, una manzana podrida
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Después de leer los versos que tal vez en algún momento él mismo escribió, enciende un cigarrillo y sirve una taza de café amargo, se recuesta sobre el sofá y olvida lo que acaba de hacer, seguro mañana volverá a leer la carta y el poema, para así saber cuán sola es su soledad.
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marzo 03, 2009

El Lavatorio de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie
VI
El Lavatorio
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Sus desgastadas manos manifiestan algo de sus psico-obsesiones, de su cuadrada vida, la transparencia de sus palmas es producto de las muchas veces que durante el día va al lavatorio, a acicalarse de esa suciedad que lo corrompe, a cada instante una necesidad imperiosa lo guía a ese lugar inmaculado, se frota las manos fuertemente con una espuma vieja y mucho jabón, abundante agua oxidada es la que se encarga de purificar sus extremidades.
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A cada momento tiene que sentir sus manos limpias y pulcras, libres de la contaminación del mundo, de lo que no le pertenece, de lo que no es natural de él, el ambiente, su entorno, todo es para él una invasión a su ser, a su integridad.
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Tiene varias cajas de jabones guardadas para que nunca le falten, todos de la misma marca y con olor neutro, inodoros, blancos y rectangulares, por que los jabones de formas redondas le parecen imperfectos, y por ello cada vez que utiliza un jabón y éste por el uso pierde su forma rectangular, sus esquinas exactas, sus bordes lineales, cuando ya no es perfecto tiene que botarlo.
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Para él sus manos limpias son algo que no se puede olvidar en ningún momento, aunque no estén sucias, algo en su interior le dice en que instante tiene obligatoriamente que librarse de las impurezas que lo atacan, de lo que no es parte de él, de la mierda del mundo.
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