abril 27, 2009

"El Día de su Muerte" de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie
XI
El día de su muerte
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El día de su muerte está seguro que será un día nueve de un mes impar, por que el nueve el número exacto para él, el número más significativo del sistema numérico, también, de una forma presuntuosa ha llegado a la conclusión de que el día de su muerte el sol no se va a ver, ni siquiera como un reflejo en la luna, ese día no habrá, y las nubes eclipsarán el sol, ese día el viento soplara sin fuerza pero será constante. Todo esto lo ha visto en un sueño, pero después de verlo en su psique, ha pensado bastante sobre el tema.
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Ese día será perfecto por que se sentirá completo al fin, no tendrá que cambiar de vestimenta más, se quedará para siempre con su traje a la medida, como siempre lo quiso, de negro total como la oscuridad de las noches amargas, y se quedará estático como a él le gusta, impávido, dormido, pretendiendo que la vida fue un sueño y que ahora en su cuadrado nuevo mundo nada existe más que él, solo él, sin movimiento, muerto, como siempre.
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Ni el tiempo ni el espacio existirán el día de su muerte, como si nunca hubieran existido, ese día será único, por que el nueve es el alfa y el omega, es el día de su muerte, el nueve es el cuadrado del primer impar, el número de meses del embarazo, es la perfección, puesto que al noveno mes nace el hombre, es capaz de dar vida, para él es el número preciso, en su caso el nueve será la muerte exacta.
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El nueve es el ermitaño, el maestro, y tal vez la palabra eremita sea la que define muchas de sus actitudes psicológicas, el nueve son los tres lados del triángulo al cuadrado y de igual forma las hojas del trébol, la enéada, es algo que trasciende mas allá de su estructura vida, la que le ha costado tanto construir.
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Para él el tres es el número de la creación, puesto que representa la tierra, el cielo y el infierno, y el cuadrado de esos tres elementos es el nueve, lo que significa el retorno al principio, al génesis, a la última verdad, la definitiva, el Teth.
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abril 23, 2009

No me pidas que muera por ti

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No me pidas que muera por ti
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No me pidas que te regale el tiempo,
Por que lo envolvería en azahares para ti
Lo haría tan solo por robar tu aliento
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Tampoco me pidas que te regale el universo
Por que me alcanzaría esta vida
Juro que te lo traería, aunque fuera inmenso
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Dime que te gusta el mar
Y completo te lo entregaría,
Incluso toda su sal

Cuéntame que te gusta la noche
Por que apagaría el sol para siempre
Y lo guardaría en un pequeño cofre
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Jamás me pidas que te quiera,
Por que yo de facto te quiero
Y para quererte menos que eso,
Sería tan solo un necio
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Y no me pidas que muera por ti
Por que Amor…
Yo muero por ti


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El Paraguas de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
X
El Paraguas
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A cada instante que tiene que salir debe llevar consigo algo que no puede olvidar, algo que siempre lo acompaña, y el día que no lo lleva es la premonición de algo más grande, que va más allá de su propia existencia, miserable de por sí.
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Durante la primavera o el invierno, no importa la estación del año él, cada vez que debe ir fuera de su tenebroso apartamento siempre lleva su paraguas, forma parte de él, de su integridad, es la protección que lo ayuda a sobrevivir en el exterior, fuera de su hábitat, que es el único lugar donde realmente se siente confortable, su apartamento, por que con el pasar de los años éste se ha convertido tan parecido a él, que prácticamente si observa su apartamento por algunos instantes se puede determinar algunas de sus afecciones psicopáticas más extremas, su interior más oscuro.
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El paraguas abierto lo protege de la intempestiva lluvia o de la leve garúa, es único, solo ha tenido uno en toda su vida, exigua existencia, que fue un obsequio de alguien cercano, pero que en su memoria, obsoleta de facto, no tiene claro de quien se trata, tal vez fue su padre o alguien cuya figura es muy similar a la paterna, pero imposible de saber.
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El paraguas ha resistido el pasar del tiempo y ha sido su compañero en todos sus momentos. Desde que se lo obsequiaron, nunca ha salido sin él, con algunas excepciones, una de ellas fue el día que cerraron el café donde servían cerveza cruda, y no lo llevo con él, por que sin saberlo dentro de sus entrañas una alteración inusual lo llevó a la determinación de que algo iba a suceder y que aquello que iba a darse no era algo bueno para él, y que por lo tanto no existía razón para hacerse acompañar de ese amigo, el paraguas, por que de todos modos ese día no iba a ser un día normal, igual a los demás, no iba a ser un día cuadrado, como los que le gustan a él.
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abril 21, 2009

El Sueño de las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de La Especie
IX
El Sueño
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Para él un día normal es un día cuadrado, uno en el que no tenga que hacer nada que esté fuera de su cuadrado mundo. Levantarse, fumar un cigarrillo Romeo y Julieta, servir una tasa café amargo y observar como el humo que exhala se disuelve en el funesto ambiente en el que vive, todo esto sería un día normal, un día perfecto para él, vestir su traje igual que ayer, su sombrero de ala ancha y sus zapatos negros, como si el tiempo no existiera, ese es su deseo, que nada se modifique, que todo siga cæteris páribus, estático.
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Durante una de las madrugadas frías del año tuvo un sueño, de esos que realmente desconciertan al durmiente y después de ese proceso onírico solo pudo permanecer en vigilia, como un noctámbulo en sus pensamientos.
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Soñó que estaba durante su juventud y que aún estudiaba en la universidad, pero no era una carrera normal, estudiaba algo relacionado con la medicina, algún tipo de alquimia extraña, y se encontraba en un cuarto completamente blanco, un laboratorio químico al cual antes de ingresar debía desinfectar el cuerpo, pero este proceso de eliminación de microorganismos no se hacía solo, una persona estaba encargada de ayudar en la desinfección, y su ayuda consistía en rociar un polvo blanco sobre el cuerpo, un polvo sin olor y suave al tacto, debía esparcirse por toda la anatomía y una vez terminado el proceso de desinfección se puede ingresar al laboratorio.
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En su sueño cuando ya estaba dentro del laboratorio se percato de algo extraño, la persona que lo ayudó en la limpieza le tatúo algo en la espalda mientras realizaba el proceso de desinfección, le dibujó tres calaveras, dos de un tamaño regular y la tercera levemente más pequeña, entre las tres formaban un triangulo equilátero perfecto, y bajo las calaveras también tatuó una inscripción “Gólgota”.
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Al alba se levantó de la cama insomne, desconcertado del sueño que acababa de tener, preparó una taza de café amargo y lo bebió recostado en el sofá, mientras meditaba acerca del advenedizo sueño.
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