octubre 15, 2017

La Rata: Las Ruinas de la especie IV

Las Ruinas de la Especie IV

La Rata

Tenía mucho sueño y la luna plateada ya iluminaba su ventana, por ello tuvo la necesidad imperial de dormir, descansar, cerrar lo ojos y dislocarse de la espacio.

Se fue a la cama con la misma parsimonia de siempre, de difunto. Se recostó suavemente, como muriendo otra vez. Lentamente perdió la consciencia y se inundó de un sueño que lo dejó estático.

Esa noche tuvo muchos sueños, pero uno en particular lo dejó con una sensación extraña, algo que no sentía desde hace algunos años. Esa sensación de vacío espacial, o de necesidad sin explicación, de angustia superlativa, esa sensación irreal lo inundó esa noche con ese sueño.

Soñó que estaba inmóvil en su cama, recostado con los ojos cerrados y de repente empezó a sentir un movimiento debajo del colchón, un movimiento extraño, como que un animal estaba entre la cama y el colchón y como él estaba estático no podía levantarse, no averiguar de que se trataba, así pasó por unos instantes, sintiendo es movimiento entre el colchón y la cama, era algo desesperante.

Después un rato llegó a la conclusión de que se trataba de una rata que se había metido entre su colchón y la cama, y después de lo incomodo que se sentía, por alguna razón la rata decidió salir, pero era mejor que no saliera, lo siguió era peor.

Ahí continuaba él, estático,inerte, frío y su respiración fuerte se escuchaba por toda la casa. El aire estaba frío esa noche y el sueño lo congeló más.

La rata se paró frente él, tenía grandes dientes, una nariz fea y en general su expresión era vacilante y grotesca, parecía un pequeño demonio traído del infierno.

Él solo la vio por un instante, y la rata sonrió y empezó a caminar hacía él, quiso moverse, alejarse, pero estaba inmóvil, la rata se acercó cada vez más, y mientras más se acercaba el temor, el asco y la repulsión se hacían más visibles en su rostro, su respiración se hizo más fuerte, la rata ya esta cerca, casi a su lado y él temblaba sin poder moverse. La impotencia la invadió.

Cuando la rata estuvo tan cerca de él, solo lo vio fijamente y de inmediato empezó a morder su pecho, se estaba comiendo su pecho, le arrancaba pedazos de carne, y entre su hocico rastros de carne y sangre se hallaban, a él el dolor lo mataba, pero peor era sensación, el asco ver una rata comiéndose su pecho. La rata se comía su pecho y el no podía hacer nada.

Era tan repulsiva la imagen y la incapacidad de él al ver a la rata casi comiendo su corazón, que definitivamente tuvo que despertar, ese sueño era demasiado para él, su respiración acelerada al despertar le recordó el terrible sueño, se levantó y revisó su colchón, no había nada, todo fue un sueño.

Fue tan real que no pudo dormir durante unos días. El sueño de la rata se volvió recurrente, igual que lo demás.

El Crucificado
Otra vez bajo tierra


El Oráculo de vida V


Las ausencias más largas son las que tienen probablemente historias más largas, sin embargo, al final no vale de nada tener una historia que contar, si la ausencia independientemente será la misma. Y lo que es peor, cuando no se tienen ni siquiera motivos para terminar con esa ausencia.

El cause de un río es muy difícil cambiarlo, es toda una aventura, a veces se emprende con un fin específico, y otras veces solo por capricho, en cualquiera de los dos casos es deseable que exista un objetivo, aunque sea el más básico, pero que haya uno.

Muchas veces se tienen expectativas, otras veces solo se espera la empatía del destino, y a pesar de todo, en muchas ocaciones no se tiene ninguna de las dos. Que desdicha la de algunos.

Con el pasar de los años cada uno descubre sus propios demonios, y también los del resto de la gente, que esos son más temibles. Y más indescriptibles e incontrolables.

Los propios demonios se pueden controlar, es más se aprende a vivir con ellos sin causar lesa a la humanidad, pero el resto de la gente parece que tiene problemas para sobrevivir a sus demonios. Seguramente todos pensamos así del resto y viceversa.

No quiero ser pretensioso, pero que difícil es darse cuenta que las personas no tienen los mismos ideales  que uno. Es triste ver la degeneración de la humanidad.

El oráculo de mi vida lo he escrito con cierto desdén por la vida, y aquí sigo teniendo pruebas de ello. El tiempo es un abánico.

El Crucificado
Otra vez bajo tierra

 
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