octubre 24, 2009

Habla Amigo Mazo

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Prefacio

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Ha muchos años de esta historia, es el anecdotario de dos amigos que pasaron juntos por los caminos de la pubertad, entre bromas y travesuras propias de la edad, pero después alguna trampa cizañosa del destino los llevó a cada uno por laberintos diferentes, sin embargo al final de los tiempos tuvieron la dicha de reencontrarse y poder platicar sobre las vicisitudes que los llevaron a recorrer el mundo por veredas distintas, y que moldearon cada uno su vida de forma particular.

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I

El Reencuentro

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Primera conversación.

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Mazo: Mi buen y viejo amigo Ergo, ha muchos años que mis longevos ojos no te observaban, y hoy cuando el final de mis tiempos se acerca prematuramente quisiera tener una última conversación contigo, donde podamos acercarnos a algunas dudas que todavía tengo sobre la vida, dudas que me embarazan intempestivamente, y que durante las noches de luna me carcomen la mente a pedazos, dudas que aún a mi larga edad no he logrado descifrar.

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Ergo: Habla amigo Mazo, que para estos momentos yo también estoy sintiendo que el tiempo se me va y que cada segundo es un obsequio divino, del cual debemos aprovecharnos para poder salir de la mejor manera, de esto que las personas llaman existencia.

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Mazo: cuanto aprecio al destino, el azar me trajo hasta aquí, para darme esta última oportunidad de estar con una persona con la cual tengo la confianza para poder platicar libremente, sin prejuicios ni amenazas, que es lo que normalmente sucede con el resto de las personas, que atacan sin saber, son prejuiciosas y malencaradas, sean de la nobleza o de la gleba, que de la misma forma como se lo hicieron al Maestro, son capaces de crucificarte sin antes tener un poco de argumento, sin saber y sin pensar, son capaces del clavarte y varios días después te preguntarán que era lo que intentabas decir, pero ya cuando la carne esté rancia y los gusanos estén devorando lo que quede de tu cuerpo, en ese preciso momento ya esa pregunta no valdrá nada, por que ya no podrás responder, estarás casualmente muerto y putrefacto.

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Ergo: si amigo mío, tienes toda la razón, las personas no son personas son solo máquinas que al compás se mueven, van todas en la misma dirección y ninguno se atreve a preguntarse si es la dirección correcta, y lo más pernicioso de eso es que los pocos que por el milagro del pensamiento lograr cuestionarse la dirección, en esta sociedad tienen solo dos caminos, ser enmarcados como dementes, sin cordura, en cuyo caso nadie les prestará atención verdadera, y el otro camino es su eliminación, y este es el caso que tu mencionas, el de la crucifixión, en cuya situación como ya lo dijiste, lo único que queda es una pregunta sin respuesta y un pedazo de carne descompuesta y hedionda.

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Mazo: cuan sinceros nos volvemos con el tiempo amigo y cuan tortuoso es nuestro camino, el de los pensadores, con solo dos funestas salidas, pero nada podemos hacer, debemos ser honestos con nosotros mismos y con los que tienen fe en nosotros, no podemos engañarnos a nosotros mismos ni engañarlos a ellos, nuestro pensamiento debe ser sin prejuicios y directo, libre y total, no parcial, y sobre todo sin codicia ni envidia, que para mi son dos de las peores enfermedades con las que vive la gente.

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Ergo: Entiendo lo que dices, pero he de decirte que esas enfermedades se apaciguan con el tiempo, son fuertes y robustas durante la juventud pero después por la misma acción del tiempo se vuelven débiles y flacas, al menos así sucede en las personas de corazón puro, que aunque su pensamiento no vaya más haya de su vista en una noche de neblina, su corazón los guía por actos que no perjudican a los demás. Y antes de que me repliques, sé que existen las otras personas, las que tienen por corazón un pedazo de carne con lepra, pero por estos no debemos preocuparnos demasiado, por que al final de los tiempos ellos van a estar solos y nadie se acordará de su inútil existencia, son individuos despreciables que todos odian, y que por ello nadie desea ni siquiera tenerlos en su mente.

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--Mazo: Hasta ahora hemos tratado dos temas sobremanera importantes para mi, el primero, el por qué la gente no se atreve a ver más allá de lo que le muestran sus ojos, por qué no se atreven a ver con los ojos del pensamiento, pero con los ojos de un pensamiento sano, y el otro tema es el de la pulcritud del corazón, por que existen personas de corazón limpio y otras con algo a lo que no se le puede llamar corazón si no que se trata de un pedazo carne muerta, carne que guía a realizar actos que van en contra de cualquier raciocinio y de la humanidad, esas personas son solo bestias. Quiero que platiquemos sobre estos dos temas, pero de forma más extensa e individual.
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octubre 10, 2009

Gota de Lluvia

Gota de Lluvia
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Era noche oscura
Día de tiniebla
Pero a mis ojos llegó
Pequeña luz
Sincera y etérea
Y ahora golpea mi ventana
Como gota de lluvia
Que cae perpetua
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julio 11, 2009

"El Café Turquino XIV" de Las Ruinas de la Especie

Las Ruinas de la Especie
XIV
El Café Turquino




Aquel día se despertó normal, igual que todos los días, se levantó y se puso el traje, el mismo de siempre, encendió un cigarrillo Romeo y Julieta, en su mirada un cierto aire de superstición se hacía notar, como la brisa fría de la muerte, determinó su incapacidad de temor, y trató de servir una taza de café amargo, no fue posible, ya no había, no tenía dentro sus vituallas nada, ni siquiera un poco de café. Se percató de su necesidad y de inmediato, sin presura pero constante, se dispuso a salir para comprar un poco de café, tomó su paraguas y su sombrero de ala ancha.

En la calle caminó como siempre lo hace, exacto, y en su mirada ya era evidente la necesidad impetuosa que lo llevaba sobre el camino, rítmico y acompasado fue su armónico caminar, su destino fue como el resto de vida, fijo y sin variaciones, estrecho.

Mientras caminaba solo un pensamiento invadía su mente, algo lo embarazaba de dudas, era la posibilidad de no encontrar el café lo que necesitaba, la marca que siempre había comprado, con la que siempre tuvo la oportunidad de entrenar su paladar, su obtuso pensamiento no concebía algo distinto, para él solo podía ser café tal y como siempre lo había sido, de hecho la forma de prepararlo también era meticulosa, como el resto de sus actividades, la cantidad de agua era exacta para tres tazas de café, que era lo que siempre tomaba, nunca tomaba un café recalentado, siempre fue recién hecho, ni más ni menos, solo tres tazas, y la cantidad de café también la medía, aunque para él la medición es algo personal, pero sistemático, en el sentido de que no varía, siempre su intuición lo llevaba sobre el mismo camino, la misma medida, tan precisa, como una balanza analítica. Todo ello forma parte de su rito, y por ello una única variación en alguno de los detalles lo podrían hacer caer en paranoia, aunque en su impresión eso no es capaz de notarse, es inexpresivo, pero en su interior el conflicto es mayúsculo e intempestivo.

En su camino a la tienda vio algunas cosas que le parecieron extrañas, fuera de lo normal, más allá de lo compresible por él, y de hecho lo determinó como algún tipo de premonición fatal, un destino manifiesto. Al caminar de su forma característica, se percató de que en un paso, colocó su pie izquierdo sobre una línea blanca que cortaba diagonalmente un cuadro de la acera, y eso lo vio extraño, porque en principio, nunca vio esa línea antes y nunca antes había pisado una línea en su caminar.

Otro aspecto que determinó muy raro fue el hecho que no hubiera personas, ni una sola en las aceras, nadie, ni automóviles en el asfalto, fue realmente extraño, por ello miraba con cierto grado de extrañeza sobre su hombro, esperando divisar a alguien, no porque le importara ver a alguien, es más, nunca se sintió mejor al caminar que ese día, la soledad era extrema y así le gustaba a él, pero eso no era normal, y la neblina cuasi visible le daba un cierto aire de misticismo al ambiente.

Cuando llegó a la tienda donde vendían café, la más grande sus perturbaciones se hizo realidad, ya no había, se dejó vender puesto que solo una persona lo compraba, él. La tienda dejó de importar el café Turquino, y el sintió un metal que poco a poco le comprimía el corazón, como un caparazón de tortuga estrechándose, y el corazón se le aceleraba sobremanera, fue una pesadilla hecha realidad y lo único que pudo hacer fue regresar a su casa con la misma expresión de siempre, ensimismado y perdido en una congoja magnificente, en una muerte lenta.

No era capaz de comprender la realidad de su desgracia, estaba metido en la más grande de sus frustraciones, corrió dentro de sus pensamientos tratando de encontrar una respuesta a su desesperación, ni siquiera podía pensar, estaba ahogado en una sensación de desazón, inmerso en un hoyo negro, deseaba poder tomar la mancha en el cielorraso del rincón del alquimista como puerta y trasladarse a una dimensión paralela, una más acorde con su cuadrada vida, más amable con sus psico-obsesciones, pero no era posible. Se fumó varios cigarrillos Romeo y Julieta, estaba desolado, se recostó en el piso y ahí se quedó estático y mortal, después se quedó dormido, como perdido en otro mundo.

Por la mañana despertó normal, sin recuerdos, se levantó y encendió un cigarrillo, y camino impávido, estructuramente, circunspecto, como siempre, se desplazó para preparar un café, lo hizo, lo sirvió en la misma taza de siempre, se sentó y encendió otro cigarrillo, trató de recordar el sueño que tuvo, pero no fue posible, tenía la mente en otro lugar, uno más oscuro y fijo, como su obtusa vida, la que es su propia ruina.

julio 04, 2009

"El Rincón de la Alquimia XIII" de las Ruinas de la Especie

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Las Ruinas de la Especie
XIII
El Rincón de la Alquimia

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En su apartamento existe un lugar específico, que él solía llamar el rincón de la alquimia y que ahora no es más que un lugar de viejos recuerdos, algunos casi imperceptibles, como el resto de su inútil existencia.
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Está ubicado al fondo del apartamento, justo en una esquina, cuyas paredes están despintadas de un color grisáceo y se siente un olor áspero a amoniaco y en el cielorraso hay una mancha amarilla, bordeada por un color negro desmaterializado, la mancha da la impresión de ser una puerta a algún lugar privado, algo más propio.
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En su rincón tiene varios instrumentos metálicos herrumbrados y de cristales manchados por el desuso, que sirven para realizar procesos de destilación y mezclas químicas, búsquedas de la verdad, tal vez la piedra filosofal o alguna otra de sus incógnitas más entrañadas acerca de la existencia, tal vez la purificación de las substancias lo llevan cerca de las respuestas que andaba buscando.
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Ahí, en ese lugar tiene algunas probetas, tubos de ensayo, embudos y otros instrumentos que por su apariencia son bastante extraños, como para imaginarse procesos en suma misteriosos, cosas que podrían causar miedo en las más tiernas e inocentes mentes.
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En su rincón de la alquimia pasaba largas horas durante su juventud, realizando procesos químicos, que de alguna manera lo distraían y mantenían en pensamientos más concisos, aunque misteriosos, no como ahora que divaga en abstracciones y realidades paralelas o alternativas, confusiones filosóficas de una mente sin recuerdos y en decadencia.
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La principal actividad que realizaba con sus extraños aparatos era la destilación de alcohol, su propio alcohol, que realizaba de una forma religiosa y precisa, cada sábado, iniciaba temprano, y se quedaba ahí estático observando como la ebullición realizaba su trabajo, como la transparencia del líquido mostraba su esencia, tal vez la pulcritud que buscaba para su existencia.
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Ese era uno de sus placeres más salaces, ser capaz de tener en sus manos la posibilidad de crear sus propios avituallamientos de alcohol, además de que realizar los procesos lo ensimismaban de la forma que más le gustaba. Pero con el tiempo ya no lo hizo más, no encontró razones ocultas, ni mayores verdades que las que ya había encontrado, y sobre todo se dio cuenta de que la cerveza cruda era mejor para su paladar, por ello no volvió a destilar su alcohol y comenzó a ir al café donde servían cerveza cruda.
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julio 01, 2009

"La Cerveza Cruda XII" De Las Ruinas de la Especie

Las Ruinas de la Especie
XII
La cerveza cruda

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Cuando solía ir al café donde servían cerveza cruda, su forma particular de tomar también era exacta y extravagante, igual que cada uno sus malditos hábitos, precisos y cuadrados. Solía beber en múltiplos de tres, es decir solo podía tomar siempre y cuando el número de jarras que ingiriera al dividirlo entre tres diera como resultado un número entero, exacto.

Dependía de la hora, si por ejemplo era por la tarde podía tomarse entre nueve y veintisiete jarras de cerveza cruda, todo de acuerdo a su estructuras costumbres, y las cantidades estaban determinadas dentro del intervalo, solo bebía las cantidades cuyos valores son divisibles entre tres, por ejemplo, nueve, doce, quince, dieciocho, veintiuno, veinticuatro y veintisiete.
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Si iba por la mañana al café podía tomar entre nueve y cuarenta y dos jarras de cerveza cruda, en este sentido dependía del estado de ánimo, que en la mayoría de los casos era el mismo, como en el resto de sus rutinarias actividades, y por esa misma razón la gran parte de las veces siempre bebía la cantidad máxima.
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Se sentaba encorvado y lánguido, no pronunciaba ni una palabra, solo estaba ahí, solo y aislado como un velero sobre la mar, todos en el café lo conocían, por su ausencia presencial, por rostro inexpresivo y sobre todo porque su imagen taciturna denotaba algún tipo de encuentro oscuro en su interior, en sus adentros, algo funesto pesaba en sus entrañas, algo amargo, como los remedios para los niños.
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Cuando bebía, sin importar el momento, cada vez que iba al café donde servían cerveza cruda, dentro de sus premisas era un hecho que no podía dejar de tomar un mínimo de nueve cervezas, era algo normal y requerido para él, como todo lo demás que lo rodeaba y que él mismo se había encargado de crear así, y bebía de esa forma por que tomar tres cervezas era muy poco para él, mínimo e insignificante, casi insultante para su entrenado paladar, y según sus propias reglas el siguiente número que lo satisface es el nueve, por ello cada vez que iba al café donde servían cerveza cruda lo menos que ingería eran nueve jarras de cerveza cruda a temperatura ambiente.
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abril 27, 2009

"El Día de su Muerte" de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie
XI
El día de su muerte
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El día de su muerte está seguro que será un día nueve de un mes impar, por que el nueve el número exacto para él, el número más significativo del sistema numérico, también, de una forma presuntuosa ha llegado a la conclusión de que el día de su muerte el sol no se va a ver, ni siquiera como un reflejo en la luna, ese día no habrá, y las nubes eclipsarán el sol, ese día el viento soplara sin fuerza pero será constante. Todo esto lo ha visto en un sueño, pero después de verlo en su psique, ha pensado bastante sobre el tema.
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Ese día será perfecto por que se sentirá completo al fin, no tendrá que cambiar de vestimenta más, se quedará para siempre con su traje a la medida, como siempre lo quiso, de negro total como la oscuridad de las noches amargas, y se quedará estático como a él le gusta, impávido, dormido, pretendiendo que la vida fue un sueño y que ahora en su cuadrado nuevo mundo nada existe más que él, solo él, sin movimiento, muerto, como siempre.
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Ni el tiempo ni el espacio existirán el día de su muerte, como si nunca hubieran existido, ese día será único, por que el nueve es el alfa y el omega, es el día de su muerte, el nueve es el cuadrado del primer impar, el número de meses del embarazo, es la perfección, puesto que al noveno mes nace el hombre, es capaz de dar vida, para él es el número preciso, en su caso el nueve será la muerte exacta.
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El nueve es el ermitaño, el maestro, y tal vez la palabra eremita sea la que define muchas de sus actitudes psicológicas, el nueve son los tres lados del triángulo al cuadrado y de igual forma las hojas del trébol, la enéada, es algo que trasciende mas allá de su estructura vida, la que le ha costado tanto construir.
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Para él el tres es el número de la creación, puesto que representa la tierra, el cielo y el infierno, y el cuadrado de esos tres elementos es el nueve, lo que significa el retorno al principio, al génesis, a la última verdad, la definitiva, el Teth.
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abril 23, 2009

No me pidas que muera por ti

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No me pidas que muera por ti
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No me pidas que te regale el tiempo,
Por que lo envolvería en azahares para ti
Lo haría tan solo por robar tu aliento
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Tampoco me pidas que te regale el universo
Por que me alcanzaría esta vida
Juro que te lo traería, aunque fuera inmenso
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Dime que te gusta el mar
Y completo te lo entregaría,
Incluso toda su sal

Cuéntame que te gusta la noche
Por que apagaría el sol para siempre
Y lo guardaría en un pequeño cofre
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Jamás me pidas que te quiera,
Por que yo de facto te quiero
Y para quererte menos que eso,
Sería tan solo un necio
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Y no me pidas que muera por ti
Por que Amor…
Yo muero por ti


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El Paraguas de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
X
El Paraguas
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A cada instante que tiene que salir debe llevar consigo algo que no puede olvidar, algo que siempre lo acompaña, y el día que no lo lleva es la premonición de algo más grande, que va más allá de su propia existencia, miserable de por sí.
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Durante la primavera o el invierno, no importa la estación del año él, cada vez que debe ir fuera de su tenebroso apartamento siempre lleva su paraguas, forma parte de él, de su integridad, es la protección que lo ayuda a sobrevivir en el exterior, fuera de su hábitat, que es el único lugar donde realmente se siente confortable, su apartamento, por que con el pasar de los años éste se ha convertido tan parecido a él, que prácticamente si observa su apartamento por algunos instantes se puede determinar algunas de sus afecciones psicopáticas más extremas, su interior más oscuro.
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El paraguas abierto lo protege de la intempestiva lluvia o de la leve garúa, es único, solo ha tenido uno en toda su vida, exigua existencia, que fue un obsequio de alguien cercano, pero que en su memoria, obsoleta de facto, no tiene claro de quien se trata, tal vez fue su padre o alguien cuya figura es muy similar a la paterna, pero imposible de saber.
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El paraguas ha resistido el pasar del tiempo y ha sido su compañero en todos sus momentos. Desde que se lo obsequiaron, nunca ha salido sin él, con algunas excepciones, una de ellas fue el día que cerraron el café donde servían cerveza cruda, y no lo llevo con él, por que sin saberlo dentro de sus entrañas una alteración inusual lo llevó a la determinación de que algo iba a suceder y que aquello que iba a darse no era algo bueno para él, y que por lo tanto no existía razón para hacerse acompañar de ese amigo, el paraguas, por que de todos modos ese día no iba a ser un día normal, igual a los demás, no iba a ser un día cuadrado, como los que le gustan a él.
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abril 21, 2009

El Sueño de las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de La Especie
IX
El Sueño
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Para él un día normal es un día cuadrado, uno en el que no tenga que hacer nada que esté fuera de su cuadrado mundo. Levantarse, fumar un cigarrillo Romeo y Julieta, servir una tasa café amargo y observar como el humo que exhala se disuelve en el funesto ambiente en el que vive, todo esto sería un día normal, un día perfecto para él, vestir su traje igual que ayer, su sombrero de ala ancha y sus zapatos negros, como si el tiempo no existiera, ese es su deseo, que nada se modifique, que todo siga cæteris páribus, estático.
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Durante una de las madrugadas frías del año tuvo un sueño, de esos que realmente desconciertan al durmiente y después de ese proceso onírico solo pudo permanecer en vigilia, como un noctámbulo en sus pensamientos.
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Soñó que estaba durante su juventud y que aún estudiaba en la universidad, pero no era una carrera normal, estudiaba algo relacionado con la medicina, algún tipo de alquimia extraña, y se encontraba en un cuarto completamente blanco, un laboratorio químico al cual antes de ingresar debía desinfectar el cuerpo, pero este proceso de eliminación de microorganismos no se hacía solo, una persona estaba encargada de ayudar en la desinfección, y su ayuda consistía en rociar un polvo blanco sobre el cuerpo, un polvo sin olor y suave al tacto, debía esparcirse por toda la anatomía y una vez terminado el proceso de desinfección se puede ingresar al laboratorio.
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En su sueño cuando ya estaba dentro del laboratorio se percato de algo extraño, la persona que lo ayudó en la limpieza le tatúo algo en la espalda mientras realizaba el proceso de desinfección, le dibujó tres calaveras, dos de un tamaño regular y la tercera levemente más pequeña, entre las tres formaban un triangulo equilátero perfecto, y bajo las calaveras también tatuó una inscripción “Gólgota”.
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Al alba se levantó de la cama insomne, desconcertado del sueño que acababa de tener, preparó una taza de café amargo y lo bebió recostado en el sofá, mientras meditaba acerca del advenedizo sueño.
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marzo 16, 2009

La Puerta de las Ruinas de la Especie III

Las Ruinas de la Especie III
VIII
La puerta

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En su apartamento la puerta no tiene seguro, no tiene nada, y la explicación para ello es muy sencilla y al mismo tiempo obvia y deprimente, no existe razón para que alguien llegue a su puerta, de que alguna persona lo visite, no tiene amigos, incluso sus vecinos no saben que él vive ahí, para la gente ese es un lugar inhabitado, vacío desde que se construyo, nadie nunca toca a su puerta, ni siquiera los ladrones tienen razón para acercarse a ese apartamento, como si supieran que dentro no hay nada de valor.
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La puerta del apartamento número 9 es solitaria y taciturna, como su dueño, que es el único que la ha tocado durante las últimas décadas, sus bisagras gruñen cada vez que se abren y se cierran, que no es muchas veces al día, ni siquiera el viento se atreve a pasar al apartamento, la soledad y el enclaustramiento son el mejor repelente.
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Durante los días de verano a veces se logran colar por la puerta semiabierta algunos rayos de sol, pero cuando él se da cuenta de ello, inmediatamente la cierra fuertemente, y los insípidos rayos corren hacía afuera para no quedarse encerrados en ese lúgubre lugar, para no perderse en ese abismo de oscuridad incierta y tenebrosa.
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La puerta se abre pocas veces durante el día, incluso durante varios días puede que no se abra, como en el mes de octubre, que se abre la solo una vez por semana, y eso es algo que solo se puede explicar por alguna de sus psico-obsesiones compulsivas.
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marzo 11, 2009

Las Cartas de Las Ruinas de la Especie III

Las Ruinas de la Especie
VII
Las Cartas

En una vieja caja de cartón, casi desmaterializada, corroída por el tiempo y la labor imperiosa de la humedad y el calor, ahí tiene varias cartas guardadas, ensimismadas, cuyas hojas ya son amarillentas, con olor a recuerdos lejanos, como espacio podrido, como diciendo adiós a este mundo, y aunque en algunas cartas todavía se puede leer sus mensajes originales, en ninguna se puede descifrar su destino y en todas sus remitente es ilegible, no se puede saber para quién eran ni se puede determinar el nombre del que las intentó enviar, tal vez ni si quiera lo intento.
Junto a las cartas también guarda algunas fotografías pero desde que las tiene guardadas ahí, nunca ha logrado descifrar quienes son las personas de las imágenes, es como si fueran fantasmas de alguna vida pasada, una que no se recuerda ni siquiera mínimamente.

Una de las cartas que guarda esta fechada 9 de abril, pero el año no es comprensible y para él la fecha no significa nada, dentro tiene un pequeño poema, el cual lee de vez en cuando, en los momentos de soledad, y con su lectura puede notar cuan solitaria es su realidad. El poema es el siguiente:

El cigarrillo encendido
Y la copa vacía sobre la mesa
En el humo melancolía
En el vidrio cristal recuerdos

Un cuarto mínimo
La mesita en desorden
En el espacio soledad
En la madera pinturas de ella

Una mirada perdida
El sentimiento que se oculta
En la mejilla una lágrima
Y en las costillas, una manzana podrida
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Después de leer los versos que tal vez en algún momento él mismo escribió, enciende un cigarrillo y sirve una taza de café amargo, se recuesta sobre el sofá y olvida lo que acaba de hacer, seguro mañana volverá a leer la carta y el poema, para así saber cuán sola es su soledad.
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marzo 03, 2009

El Lavatorio de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie
VI
El Lavatorio
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Sus desgastadas manos manifiestan algo de sus psico-obsesiones, de su cuadrada vida, la transparencia de sus palmas es producto de las muchas veces que durante el día va al lavatorio, a acicalarse de esa suciedad que lo corrompe, a cada instante una necesidad imperiosa lo guía a ese lugar inmaculado, se frota las manos fuertemente con una espuma vieja y mucho jabón, abundante agua oxidada es la que se encarga de purificar sus extremidades.
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A cada momento tiene que sentir sus manos limpias y pulcras, libres de la contaminación del mundo, de lo que no le pertenece, de lo que no es natural de él, el ambiente, su entorno, todo es para él una invasión a su ser, a su integridad.
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Tiene varias cajas de jabones guardadas para que nunca le falten, todos de la misma marca y con olor neutro, inodoros, blancos y rectangulares, por que los jabones de formas redondas le parecen imperfectos, y por ello cada vez que utiliza un jabón y éste por el uso pierde su forma rectangular, sus esquinas exactas, sus bordes lineales, cuando ya no es perfecto tiene que botarlo.
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Para él sus manos limpias son algo que no se puede olvidar en ningún momento, aunque no estén sucias, algo en su interior le dice en que instante tiene obligatoriamente que librarse de las impurezas que lo atacan, de lo que no es parte de él, de la mierda del mundo.
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febrero 23, 2009

Las Escaleras de Las Ruinas de La Especie

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Las Ruinas de la Especie
V
Las Escaleras
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Para llegar a su apartamento desde el primer piso tiene que subir la escalera, 56 escalones exactos, pero él tiene que hacerlo en solo 54 pasos, puesto que 54 si es un número divisible entre 9, cuyo producto es 6, esto lo hace desde la segunda vez que subió las escaleras y contó los pasos, sabía que tenía que hacer algo para poder dividir el número de pasos ya sea entre 3 o entre 9 y que su cociente fuera un número entero.

El 3 y el 9 son los únicos números que a su parecer son bonitos y exactos en el sistema numérico, son su simetría perfecta.

Para dar los 54 pasos exactos tiene que iniciar con un paso doble en el primer escalón y terminar de la misma forma, con un paso doble al final de la escalera, esta costumbre la tiene desde la segunda vez que bajo las escaleras, la primera fue para contar los escalones y determinar la forma correcta de subir y bajar las escaleras.

Aunque parezca extraño para él todo tiene que estar en múltiplos de 3 o de 9, para él todo esta representado en la vida en ciclos de 3 o de 9, incluso las veces que se baña en una semana, el siete es un número primo, es decir, solo se puede dividir entre si mismo o entre la unidad, y por otro lado, el seis es un número divisible entre 3, esto quiere decir para él que lo correcto es solo bañarse 6 veces a la semana, el sétimo día nunca se baña, esta es la razón científica del por que no se baña los domingos.
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febrero 17, 2009

El Gran Chancho Rosado de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
(IV)
El Gran Chancho Rosado

Lo vio sentando frente a su cómoda leyendo algunos libros viejos, gruñendo y emitiendo sonidos extraños, de esos que durante las noches oscuras asustan, lo observó y como supo que se trababa de un sueño no hizo nada, solo se quedó ahí inmóvil recostado en su cama, apreciando lo que el gran chancho rosado hacía.

En un instante cerró los ojos tratando de despertar, ya estaba cansado de observar y escuchar el espectáculo que el chancho le presentaba, luego abrió los ojos y aún se encontraba soñando, aún él se encontraba ahí, en su cama, y el animal yacía sentado todavía frente a su cómoda, pero ya no leía, la bestia se reía a carcajadas, risas rimbombantes se escuchaban por todo el cuarto, se incrustaban en sus oídos, perturbaban su mente, mientras más lo observaba más se reía y de sus fauces, por la risa incontenida, espuma de la saliva se colaba entre los dientes y chorreaba por el hocico, la imagen era grotesca, cuando intentaba despertase desvió su mirada y observó el espejo de la cómoda, que con una pintura blanca tenía escrito en el la frase “Dimitte nobis débita nostra”..

Después de leer esa frase pudo despertar, se levantó lentamente, encendió un cigarrillo y se recostó sobre el sofá.
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febrero 09, 2009

"La Sardina" de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
(III)
La Sardina

Cuando el sol estuvo meridiano una sensación de vacío estomacal lo invadió, sintió la necesidad irrestricta de comer, hambre. Caminó a la despensa y solo quedaba una lata de sardina, fue un punto irracional en su vida, puesto que siempre tenía cantidades varias de latas de sardinas pero nunca una única, siempre eran bastantes, suficientes para los casos de escasez y normalidad, igual tomó la última lata y sacó el mismo plato de siempre junto con el mismo vaso de todos los días.

El vaso lo llenó de agua que salía de un grifo tontamente oxidado, incluso el agua está un tanto oxidada, puesto que las viejas tuberías de cobre nunca han recibido mantenimiento, el agua con su color amarillento tiene un sabor a metal viejo, seco y carrasposo, frío y agudo a las papilas. Puso el vaso sobre la mesa en el mismo lugar.

Luego colocó el plato en su lugar y abrió la lata de sardina y la vertió sobre el plato, pero algo no era normal, un olor putrefacto empezó a brotar, poco a poco el olor fue invadiendo el ambiente, la sardina estaba podrida, no era comestible, el olor era asqueroso y repulsivo, se mantuvo estático por algunos instantes, con estupor observaba incluso algunos gusanos salir de las entrañas de la sardina, estuvo así petrificado hasta que atisbó la situación, reconoció que no podía hacer nada.
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Reconoció que con el pasar del tiempo hasta lo más resguardado tiende a podrirse, a expedir ese olor rancio y sucio, supo que ese proceso de descomposición y putrefacción sería su destino final, su último sueño.
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febrero 03, 2009

El Polvo de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III

El Polvo (II)

Se hallaba posado, incrustado, asentado sobre todos sus muebles, que no eran muchos, estaba tan presente que casi no se notaba el color original del mobiliario, el sofá parecía haber acumulado la mayoría de las épocas durante las cuales había existido, todo a través del polvo que mantiene sobre el, ese amigo inseparable que se inmiscuía tan profundo en cada espacio, incluso en los lugares que nunca serán vistos, en abismos desconocidos.
El polvo no se mueve, por que no existe ningún tipo de flujo de aire que le ayude a desplazarse, tiene varias capas definibles exactamente por cada década de existencia, de vida.

En su apartamento él nunca limpia puesto que nunca ensucia. El polvo para él es un único visitante que lo acompaña en sus momentos de soledad, siempre. El polvo para él es tiempo transcurrido, y como el tiempo no le importa el polvo mucho menos, todo es atemporal.

Los únicos lugares donde no se encuentra el polvo son los que enmarcan su figura, su cama tiene la forma de su silueta dibujada, la silla donde se sienta para comer, en la mesa el circulo del plato, que coloca cada vez que lleva su religiosa comida, el sofá donde se recuesta a fumar cigarrillos Romeo y Julieta, esos y algunos otros lugares, muy pocos, son los únicos donde el polvo no ha dejado su huella temporal, ácrono para él.
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enero 22, 2009

The Majestic de Las Ruinas de la Especie

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Las Ruinas de la Especie
(Tercera Parte)

I

The Majestic

Se despertó temprano por la mañana y en su rostro yacían directos los rayos del sol brillante, que se colaban por la ventana semiabierta, las cortinas se movían por una ligera brisa que corría, abrió los ojos y tuvo que cerrarlos de nuevo, era demasiado el resplandor solar, cambió su postura y se quedó así por unos instantes, no había sonidos solo la brisa que se inmiscuía por el cuarto, luego escuchó risas y se levantó, puso de pie, salió de la habitación, observó y una niña de rizos dorados le recordó el brillo del sol de ese mismo día, la niña corrió hacia él y le dio un abrazo, él se arrodilló y la encerró entre sus brazos, así estuvo por un largo rato, hasta que una voz femenina muy delgada y con cierto acento extranjero le dijo:-Buenos Días, el desayuno ya esta listo-.

Ella, la niña y él se sentaron a la mesa, desayunaron tranquilos mientras se reían y platicaban. En el comedor los ventanales eran grandes y las persianas estaban abiertas, dejaban pasar la totalidad de la luz del sol, todo en el ese cuarto se veía dorado, completamente iluminado, bellamente enmarcado, cual pintura de pintor de fama.

Después salieron y caminaron por el parque, jugaron sobre el césped y se rieron mucho, disfrutaron cada instante.

Al final de la tarde se recostaron cerca de un árbol de pino y observaron el atardecer, estuvieron así, quietos, apreciando como el sol se posaba sobre el horizonte y como sus rayos aún brillantes se refractaban por entre las nubes blancas de algodón, formando siluetas de colores naranja matizados por el mejor artista, el espectáculo era enternecedor, como para guardarlo en un recuerdo eterno.

Después de un rato el sol desapareció por completo y con la oscuridad de la noche la niña se durmió, las estrellas empezaron a tiritar a lo lejos, en el universo infinito, junto a una luna llena inmensa, solo comparable con la belleza de una vida en el paraíso.

Caminaron de regreso a casa y él cargaba a la niña ya dormida mientras ella lo abrazaba suavemente, en su trayecto observaban el cielo, sus estrellas, los astros, la luna y toda su esplendor.

De regreso, ya en la casa, recostaron a la niña en su cama y la arroparon, luego ellos se fueron hacia la cocina y prepararon dos tasas de té, las bebieron en el comedor mientras platicaban sobre las cosas que realizaron durante el día, más tarde se fueron a la cama y se recostaron uno junto al otro, en medio de un abrazo cálido y un beso no menos inmenso, se durmieron suavemente y sus sueños fueron bellos, similares a los escenarios de plenitud ocurridos durante su día.

Se despertó temprano por la mañana y su cuarto estaba lúgubre, gris igual que siempre, igual que ayer, se levantó, encendió un cigarrillo, y preparó una tasa de café, se lo tomó amargo, el olor a aire viejo mezclado con el polvo permanecían en la habitación, era un escenario taciturno, obscuro.

Mientras bebía el café pensó que el sueño que tuvo fue hermoso, supo que su vida jamás pudo ser así, fue una imagen ideal, una realidad dislocada, fuera de su vida actual, una ilusión de su mente, de sus deseos y recuerdos más preciados, todo fue solo un sueño Majestuoso.
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enero 12, 2009

Tu nombre…

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La historia oculta de una manzana podrida
La miseria de un recuerdo perpetuo
Una lágrima seca que brota desde la herida
Una caricia del tacto infinito

Estas son las tristes letras de un desquiciado
Las fantasías absurdas de un imbécil
Las melodías de un grito desesperado

Mil noches se conjugan en una sola
Mil pasados se mutilan con un nombre

Tu nombre…
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