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Las Ruinas de la Especie
XIII
El Rincón de la Alquimia
El Rincón de la Alquimia
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En su apartamento existe un lugar específico, que él solía llamar el rincón de la alquimia y que ahora no es más que un lugar de viejos recuerdos, algunos casi imperceptibles, como el resto de su inútil existencia.
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Está ubicado al fondo del apartamento, justo en una esquina, cuyas paredes están despintadas de un color grisáceo y se siente un olor áspero a amoniaco y en el cielorraso hay una mancha amarilla, bordeada por un color negro desmaterializado, la mancha da la impresión de ser una puerta a algún lugar privado, algo más propio.
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En su rincón tiene varios instrumentos metálicos herrumbrados y de cristales manchados por el desuso, que sirven para realizar procesos de destilación y mezclas químicas, búsquedas de la verdad, tal vez la piedra filosofal o alguna otra de sus incógnitas más entrañadas acerca de la existencia, tal vez la purificación de las substancias lo llevan cerca de las respuestas que andaba buscando.
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Ahí, en ese lugar tiene algunas probetas, tubos de ensayo, embudos y otros instrumentos que por su apariencia son bastante extraños, como para imaginarse procesos en suma misteriosos, cosas que podrían causar miedo en las más tiernas e inocentes mentes.
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En su rincón de la alquimia pasaba largas horas durante su juventud, realizando procesos químicos, que de alguna manera lo distraían y mantenían en pensamientos más concisos, aunque misteriosos, no como ahora que divaga en abstracciones y realidades paralelas o alternativas, confusiones filosóficas de una mente sin recuerdos y en decadencia.
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La principal actividad que realizaba con sus extraños aparatos era la destilación de alcohol, su propio alcohol, que realizaba de una forma religiosa y precisa, cada sábado, iniciaba temprano, y se quedaba ahí estático observando como la ebullición realizaba su trabajo, como la transparencia del líquido mostraba su esencia, tal vez la pulcritud que buscaba para su existencia.
En su apartamento existe un lugar específico, que él solía llamar el rincón de la alquimia y que ahora no es más que un lugar de viejos recuerdos, algunos casi imperceptibles, como el resto de su inútil existencia.
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Está ubicado al fondo del apartamento, justo en una esquina, cuyas paredes están despintadas de un color grisáceo y se siente un olor áspero a amoniaco y en el cielorraso hay una mancha amarilla, bordeada por un color negro desmaterializado, la mancha da la impresión de ser una puerta a algún lugar privado, algo más propio.
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En su rincón tiene varios instrumentos metálicos herrumbrados y de cristales manchados por el desuso, que sirven para realizar procesos de destilación y mezclas químicas, búsquedas de la verdad, tal vez la piedra filosofal o alguna otra de sus incógnitas más entrañadas acerca de la existencia, tal vez la purificación de las substancias lo llevan cerca de las respuestas que andaba buscando.
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Ahí, en ese lugar tiene algunas probetas, tubos de ensayo, embudos y otros instrumentos que por su apariencia son bastante extraños, como para imaginarse procesos en suma misteriosos, cosas que podrían causar miedo en las más tiernas e inocentes mentes.
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En su rincón de la alquimia pasaba largas horas durante su juventud, realizando procesos químicos, que de alguna manera lo distraían y mantenían en pensamientos más concisos, aunque misteriosos, no como ahora que divaga en abstracciones y realidades paralelas o alternativas, confusiones filosóficas de una mente sin recuerdos y en decadencia.
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La principal actividad que realizaba con sus extraños aparatos era la destilación de alcohol, su propio alcohol, que realizaba de una forma religiosa y precisa, cada sábado, iniciaba temprano, y se quedaba ahí estático observando como la ebullición realizaba su trabajo, como la transparencia del líquido mostraba su esencia, tal vez la pulcritud que buscaba para su existencia.
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Ese era uno de sus placeres más salaces, ser capaz de tener en sus manos la posibilidad de crear sus propios avituallamientos de alcohol, además de que realizar los procesos lo ensimismaban de la forma que más le gustaba. Pero con el tiempo ya no lo hizo más, no encontró razones ocultas, ni mayores verdades que las que ya había encontrado, y sobre todo se dio cuenta de que la cerveza cruda era mejor para su paladar, por ello no volvió a destilar su alcohol y comenzó a ir al café donde servían cerveza cruda.
Ese era uno de sus placeres más salaces, ser capaz de tener en sus manos la posibilidad de crear sus propios avituallamientos de alcohol, además de que realizar los procesos lo ensimismaban de la forma que más le gustaba. Pero con el tiempo ya no lo hizo más, no encontró razones ocultas, ni mayores verdades que las que ya había encontrado, y sobre todo se dio cuenta de que la cerveza cruda era mejor para su paladar, por ello no volvió a destilar su alcohol y comenzó a ir al café donde servían cerveza cruda.
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3 Los Crucificados que comentan!:
Wow, este hombre es en realidad extraño.
¿Algún día sabremos el por qué es así?
Buena historia, sumamente descripriva.
Saludos...
El tipo no solo es extraño, es alcoholico, la historia es muy entretenida y me gusto mucho.
salud¡¡¡, cariños para ti.
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