febrero 23, 2009

Las Escaleras de Las Ruinas de La Especie

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Las Ruinas de la Especie
V
Las Escaleras
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Para llegar a su apartamento desde el primer piso tiene que subir la escalera, 56 escalones exactos, pero él tiene que hacerlo en solo 54 pasos, puesto que 54 si es un número divisible entre 9, cuyo producto es 6, esto lo hace desde la segunda vez que subió las escaleras y contó los pasos, sabía que tenía que hacer algo para poder dividir el número de pasos ya sea entre 3 o entre 9 y que su cociente fuera un número entero.

El 3 y el 9 son los únicos números que a su parecer son bonitos y exactos en el sistema numérico, son su simetría perfecta.

Para dar los 54 pasos exactos tiene que iniciar con un paso doble en el primer escalón y terminar de la misma forma, con un paso doble al final de la escalera, esta costumbre la tiene desde la segunda vez que bajo las escaleras, la primera fue para contar los escalones y determinar la forma correcta de subir y bajar las escaleras.

Aunque parezca extraño para él todo tiene que estar en múltiplos de 3 o de 9, para él todo esta representado en la vida en ciclos de 3 o de 9, incluso las veces que se baña en una semana, el siete es un número primo, es decir, solo se puede dividir entre si mismo o entre la unidad, y por otro lado, el seis es un número divisible entre 3, esto quiere decir para él que lo correcto es solo bañarse 6 veces a la semana, el sétimo día nunca se baña, esta es la razón científica del por que no se baña los domingos.
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febrero 17, 2009

El Gran Chancho Rosado de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
(IV)
El Gran Chancho Rosado

Lo vio sentando frente a su cómoda leyendo algunos libros viejos, gruñendo y emitiendo sonidos extraños, de esos que durante las noches oscuras asustan, lo observó y como supo que se trababa de un sueño no hizo nada, solo se quedó ahí inmóvil recostado en su cama, apreciando lo que el gran chancho rosado hacía.

En un instante cerró los ojos tratando de despertar, ya estaba cansado de observar y escuchar el espectáculo que el chancho le presentaba, luego abrió los ojos y aún se encontraba soñando, aún él se encontraba ahí, en su cama, y el animal yacía sentado todavía frente a su cómoda, pero ya no leía, la bestia se reía a carcajadas, risas rimbombantes se escuchaban por todo el cuarto, se incrustaban en sus oídos, perturbaban su mente, mientras más lo observaba más se reía y de sus fauces, por la risa incontenida, espuma de la saliva se colaba entre los dientes y chorreaba por el hocico, la imagen era grotesca, cuando intentaba despertase desvió su mirada y observó el espejo de la cómoda, que con una pintura blanca tenía escrito en el la frase “Dimitte nobis débita nostra”..

Después de leer esa frase pudo despertar, se levantó lentamente, encendió un cigarrillo y se recostó sobre el sofá.
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febrero 09, 2009

"La Sardina" de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III
(III)
La Sardina

Cuando el sol estuvo meridiano una sensación de vacío estomacal lo invadió, sintió la necesidad irrestricta de comer, hambre. Caminó a la despensa y solo quedaba una lata de sardina, fue un punto irracional en su vida, puesto que siempre tenía cantidades varias de latas de sardinas pero nunca una única, siempre eran bastantes, suficientes para los casos de escasez y normalidad, igual tomó la última lata y sacó el mismo plato de siempre junto con el mismo vaso de todos los días.

El vaso lo llenó de agua que salía de un grifo tontamente oxidado, incluso el agua está un tanto oxidada, puesto que las viejas tuberías de cobre nunca han recibido mantenimiento, el agua con su color amarillento tiene un sabor a metal viejo, seco y carrasposo, frío y agudo a las papilas. Puso el vaso sobre la mesa en el mismo lugar.

Luego colocó el plato en su lugar y abrió la lata de sardina y la vertió sobre el plato, pero algo no era normal, un olor putrefacto empezó a brotar, poco a poco el olor fue invadiendo el ambiente, la sardina estaba podrida, no era comestible, el olor era asqueroso y repulsivo, se mantuvo estático por algunos instantes, con estupor observaba incluso algunos gusanos salir de las entrañas de la sardina, estuvo así petrificado hasta que atisbó la situación, reconoció que no podía hacer nada.
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Reconoció que con el pasar del tiempo hasta lo más resguardado tiende a podrirse, a expedir ese olor rancio y sucio, supo que ese proceso de descomposición y putrefacción sería su destino final, su último sueño.
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febrero 03, 2009

El Polvo de Las Ruinas de la Especie III

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Las Ruinas de la Especie III

El Polvo (II)

Se hallaba posado, incrustado, asentado sobre todos sus muebles, que no eran muchos, estaba tan presente que casi no se notaba el color original del mobiliario, el sofá parecía haber acumulado la mayoría de las épocas durante las cuales había existido, todo a través del polvo que mantiene sobre el, ese amigo inseparable que se inmiscuía tan profundo en cada espacio, incluso en los lugares que nunca serán vistos, en abismos desconocidos.
El polvo no se mueve, por que no existe ningún tipo de flujo de aire que le ayude a desplazarse, tiene varias capas definibles exactamente por cada década de existencia, de vida.

En su apartamento él nunca limpia puesto que nunca ensucia. El polvo para él es un único visitante que lo acompaña en sus momentos de soledad, siempre. El polvo para él es tiempo transcurrido, y como el tiempo no le importa el polvo mucho menos, todo es atemporal.

Los únicos lugares donde no se encuentra el polvo son los que enmarcan su figura, su cama tiene la forma de su silueta dibujada, la silla donde se sienta para comer, en la mesa el circulo del plato, que coloca cada vez que lleva su religiosa comida, el sofá donde se recuesta a fumar cigarrillos Romeo y Julieta, esos y algunos otros lugares, muy pocos, son los únicos donde el polvo no ha dejado su huella temporal, ácrono para él.
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