agosto 24, 2017

El Gato I: Las Ruinas de la especie IV

Las Ruinas de la Especie IV

El Gato I


La muerte es una de las situaciones de vida más recurrentes y comunes para todos, incluso para él. De hecho es tan habitual la muerte que desde tempranas edades las personas, los individuos, se acostumbran a convivir con la muerte, aunque suene tan retórico, así es, convivir con la muerte es vivir.

Usualmente no piensa en la muerte, excepto en octubre, no sabe la razón particular, pero en octubre la lóbrega ausencia lo hace recordar pasajes de su vida, pasajes que ni siquiera recuerda con exactitud. Pero ese día, ahí, recostado en el sillón, envuelto por el polvo ancestral tuvo un recuerdo.

Cuando él era aún un joven niño, un párvulo juguetón por los calles de su barrio, en esos tiempos tan plenos y luminosos, en esos días en lo que solía salir a correr las calles y reír, de esos días tuvo un recuerdo que le trajo más oscuridad a sus actuales días.

Recordó que cuando era niño en la calles de su barrio, un día que jugaba por ahí, caminaba tranquilo, y de pronto encontró un pequeño gato, el cual acogió como suyo desde el primer momento, y ante la ausencia de cualquier reclamo, lo tomó por completo, y fue así como durante varios años vivieron ambos bajo el mismo techo, bajo el mismo cielo.

Él jugaba con el gato, su amigo, que poco a poco creció con el tiempo, al igual que él, y poco a poco se fueron conociendo, y fueron teniendo cada uno la confianza tal de dos amigos, dos hermanos, que no podían vivir el uno sin el otro.

Una tarde de octubre, antes de cumplir el decenio, algo terrible sucedió.

El gato, ya con mucha confianza merodeaba la casa y más aún, todo el barrio era su territorio, de mala suerte que ese día salió a la calle y un vehículo lo despedazo de la forma más repulsiva posible, quedó ahí frío y muerto.

Cuando él volvía de la escuela y llegó a su barrio, vio la imagen dantesca y vio como su gato estaba destrozado sobre la carretera, era una imagen estática y gris en su mente, permanente por el resto de su vida.

Desde ese día su relación con la muerte se hizo cada vez más cercana y sincera, y desde ese día su indiferencia con la muerte nació, y se volvió el pasiva.

Ese recuerdo, ese día, fue muy extraño, aunque en el fondo si explica bastante su apatía con ese sentimiento de ausencia eterna, con la muerte.

La delgada y tibia diferencia entre la vida y la muerte desaparecieron el mismo día que el gato desapareció de este mundo, desde ese día para él todo es lo mismo, tal vez ese día empezó algo, tal vez ese día empezó todo.


El Crucificado
Otra vez bajo tierra


Las Ruinas de Especie IV - Exordio a la IV parte

El Sueño: Los cocodrilos

De tarde sintió algo de sueño, pero no quiso dormir, por que sabía que si lo hacía de noche no podría dormir y los pensamientos volverían a él toda la noche.

Encendió un cigarrillo y se recostó un rato. No tuvo ningún pensamiento. Sintió un poco de frío, se acercaba el invierno, se puso su vieja chaqueta, trató de imaginar que con el cigarrillo le iba a dar sensación de calor, era una tonta fantasía.

De noche sintió que ya era el momento para dormir, se fue a la cama y apagó la luz, la poca luz que tenía en la pieza. Cerró lo ojos y fue lentamente perdiendo la conciencia y entrando en el lado más obscuro de sí, su temible inconsciencia.

Mientras dormía tuvo un sueño, distinto a los recurrentes. Soñó que estaba corriendo por una calle obscura, por el centro de la ciudad, la neblina no lo dejaba ver suficiente, corría desesperado, algo que no sabía que era lo seguía, sentía la necesidad imperiosa de correr, alejarse del peligro, sentía miedo.

De pronto, por culpa de la neblina y el temor que sentía, por el cual corría tan aceleradamente, no pudo ver bien, y se llevó un duro golpe al caer en el canal que el alcalde la ciudad mandó a construir para alimentar de agua el lago que estaban construyendo en el parque municipal.

Se agarró la cabeza, para sentir si se la había roto por el duro golpe que se dio, y en un segundo después se dio cuenta que estaba en el canal, que por ahí se alimentaría de agua el lago, y que también por ahí pasarían cocodrilos que irían al lago.

Exaltado se levantó y trató desesperadamente de salir de canal, pensaba en lo cocodrilos, en sus poderosas mandíbulas y su escamosa piel. Trató y no podía salir del canal, se desesperó, ya no podía más. Se despertó sudando de ese sueño.

No pudo dormir más después de tener esa pesadilla, se levantó y se sentó en el sillón.

Recordó el sueño, y observó por la ventana hacia la calle, no había ningún canal ni ningún parque. Durante varias horas estuvo pensando en lo que significaría el sueño, se levantó nuevamente a ver por la ventana, quería entender lo que significaba el sueño, pero tampoco pudo ver nada, lo único que pudo ver era mucha gente caminando por la calle, de un lado a otro, y como una chispa de fuego lo entendió todo.

En su mente vio un gran cocodrilo, gordo, caminando lentamente, arrastrándose, pero con gran poder en su mandíbula y de piel áspera, asquerosa y sucia.

El Crucificado
Otra vez bajo tierra



agosto 21, 2017

Las Ruinas de Especie IV - Exordio a la IV parte


El vacío de la inesperanza

Estaba cercano el mes de octubre, de un año que particularmente es peor a los demás, y de alguna manera su forma suicida de vivir se volvía más miserable en octubre, tal vez la lúgubre oscuridad de octubre y la lluvia persiste lo hacen uno de los peores meses de año, para su paupérrima existencia.

Desde hace algunas semanas no tenía sueños, ninguno de los usuales, ni uno solo de esos, y ello era extraño, siempre tenía los mismos sueños, uno y otra vez, como si fueran el preludio mágico de su triste final, pero no los tenía desde hace semanas, algo pasaba dentro de su incolora mente.

Ese día, antes de que iniciara ese Octubre, de ese puerco año, ese día tuvo más pesadillas de las que tuvo en los últimos 27 años, cuando exactamente todo empezó. El origen de las pesadillas evidentemente es el mismo, sin embargo las formas de esas pesadillas eran realmente distintas, casi tan bizarras como la muerte que sufrió hace 27 años, el día que todo empezó.

Despertó con esa sensación ambigua de querer contar todo lo que soñó. No tenía nadie a quién contárselo. Se levantó y de camino al sofá encendió un cigarrillo. Se sentó y pensó en el vacío de su presencia, un día normal en el que su existencia no tiene ni el más mínimo sentido de ser. Como si el valor de su sombra fuera menos que innecesaria en las aceras de una taciturna ciudad. Seguía pensando.

Se sentó igual que todos los días, en el mismo sofá, fumó el mismo cigarrillo, trató de recordar las pesadillas, pero tuvo otros pensamientos producto de divagar en su sucia mente.  Inevitablemente, pensó en el daño que le causa el sedentarismo crónico con el que vive y los daños que causa su excéntrica forma de vivir, si se le puede llamar vida, pensó en lo infecundo de su existencia para la sociedad. Y de pronto, teniendo esos pensamientos inútiles, saltó el más sincero de los pensamientos que haya tenido en mucho tiempo.

"La vida hace daño. "  


El Crucificado
Otra vez bajo tierra.






 
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