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Creo que todo empezó hace un par de décadas atrás, cuando comencé a notar que mis hábitos se volvían más obsesivos-conpulsivos y por tanto cada uno de ellos se volvía más necesario en mis rutinas diarias, cuando descubrí esa característica de mi personalidad, pensé en algo, dado que mis hábitos se habían vuelto tan incontrolables, cual sería el hábito que debía controlar de forma total para no causarme daño a mi mismo ni a otro individuo? Y la respuesta me causo pavor, mi pensamiento.
Durante ese tiempo había empezado a tener un pensamiento macabro, pensaba en cuan placentero sería sentir el olor de la sangre aún fluyendo, aún caliente de una victima inocente, ese pensamiento se convertiría en una de mis obsesiones preferidas. Desde ese día pensaba muchas veces en eso, se volvió mi pasatiempo favorito, en mi placer más salaz, era una obsesión lujuriosa pensar en como sería la mejor forma de logar mi cometido, solo quería tener en mi mente y en mi imaginación cual sería la estrategia más precisa para asesinar, para matar.
Después de mucho tiempo y de tanto pensar con precisión y exactitud en todas las posibilidades, determiné la forma exacta para ello, para lograr calmar mi obsesión, que cada vez se volvía más recurrente a mi conciente e inconsciente, y no solo sabía cual era la manera exacta de matar sino que también me dispuse a llevarla a cabo, cada vez sentía un poco más de placer oscuro por que sabía que pronto mi obsesión se volvería una realidad.
Lo primero fue encontrar una victima, lo cual no fue difícil, la escogí del vecindario, de la misma calle, luego la vigilé por varios meses, cada paso, cada gesto, cada comida, todo su horario, toda su vida, todo lo llevaba anotado en un librillo negro, que sería el diario de un asesino, la bitácora que llevaría hasta el día que moriría, hasta el momento en el que perpetraría el macabro acto.
El día exacto de su muerte, el viernes, me levante temprano, como las 5:00 am, pero sentí que era ya tarde, tal vez producto de la impaciencia, sabía que la mejor forma de llevar a cabo el maligno plan era durante la mañana, por que no había mucha gente despierta y no había nadie en su casa. Caminé hasta su apartamento con el arma en el bolsillo derecho de atrás del pantalón, llevaba una camisa blanca, manga corta, una corbata negra y como siempre mi sombrero de ala ancha. Llegué a mi destino, al lugar donde toda mi obsesión se acabaría o tal vez apenas estaba por empezar, no toqué la puerta, la forcé y entre directo a la cocina, herví un poco de agua y me preparé un café, lo bebí rápidamente por que atisbé que ya faltaba poco.
Ya eran casi las 6:10 cuando la victima pasó a la cocina y cuando la vi pasar, tan pura y virginal a través de los rayos del amanecer, sentí unas ganas incontrolables de matar, de calmar mi obsesión, solo tenía una imagen en mi mente, sangre, quería ver sangre, entonces la tomé del cuello y levanté mi mano derecha y le clave el puñal con toda la fuerza sobre el pecho, la primera puñalada se la di sobre una costilla, sabía que eso no la iba matar y que con eso no sería suficiente, quería sentir la sangre brotar, gritos despavoridos se escuchaban, intentaba incansablemente de soltarse pero más fuerte la sujetaba yo, y le di una segunda estocada, cuyo punto final fue su corazón, entonces si vi como un río de sangre se desbordó sobre mi mano y como esa sangre caliente, hirviendo, empezaba a esparcirse por el piso, vi como la vida se le iba y como sus ojos poco a poco se iban cerrando mientras daba sus últimos suspiros, cuando ya la sangre no fluía y su vida ya se había ido me senté por unos instante a apreciar como una simple victima había saciado mi obsesión, sobre el piso yacía inerte, muerta.
Luego, salí y dejé el cadáver ahí donde mi obsesión tuvo su plenitud y saciedad, caminé a mi casa con el arma en la mano, ensangrentada, aún caliente. Cuando estuve en mi casa me lavé las manos, luego salí al supermercado y compré un kilo de jamón para desayunar, regresé y preparé el desayuno, el jamón lo hice rodajas con el mismo cuchillo con el que temprano cometí el asesinato, me sentí pleno de placeres, de los más oscuros.
Ese día calmé mis pensamientos obsesivos, ya no pienso más en la sangre, ya no pienso en lo que pasó ese día, ni siquiera en la victima, sin embargo confieso tener otras obsesiones nuevas, tal vez más oscuras.