Las Ruinas de la Especie
(Segunda Parte)
I
Los papeles
Debajo de la cama tiene una caja de cartón donde guarda cada una de las facturas que le entregan, de hecho no son muchas, si su vida se escribiera respecto de las cosas que ha comprado, se podría decir que no ha vivido.
Además, en la caja tiene el acta de su nacimiento, pero está tan vieja y amarilla que no se distinguen los datos, lo único que se puede entre leer es el nombre de su padre: “Desconocido”. También dentro de la caja guarda comprobantes de pago de salario, las colillas de los cheques que ha cambiado y un certificado de compra del apartamento.
Aunque la longevidad de los documentos en unos es más corta que en otros, en ninguno se puede encontrar su nombre y en algunos documentos está tachado. La mayoría de su vida, que no es mucha, se encuentra en esa caja.
También, en la caja tiene una certificación matrimonial expedida por un tal Padre Alfonso, y aunque la fecha del documento es 9 de abril, esta no tiene mayor significado para él, la fecha es lo único que es legible, y no es por que este muy viejo el documento, sino por que en realidad parece que tiene una taza de café amargo vertido, probablemente algún accidente mientras la releía.
Parece como si la caja fuese para él una especie de diario personal, pero un diario en blanco, un diario de una vida sin recuerdos. Ningún documento de la caja tiene algún sentido significativo o alguna representación para él.
II
Los Cigarrillos
Abrió el cajón de la mesita que estaba en la sala y no había cigarrillos. Atisbó la situación y se dispuso a salir al almacén para comprar algunos, tomó la chaqueta negra y se fue.
Las gradas del edificio donde vivía crujían fúnebremente con su lento paso. Por la acera vio a las mismas personas en las ventanas de los apartamentos.
En el apartamento de la esquina una anciana observa el sepulcro del sol por la tarde, lo hace desde los tiempos de la revolución.
En el almacén le entregaron los cigarrillos tras el gesto absurdo que hizo, colocó los dedos índice y cordial sobre los labios, no dijo una palabra, el dependiente entendió el gesto, le entregó 10 ruedas de cigarros “Romeo y Julieta” y él le dio el monto exacto del valor más una propina, que no varia desde la vez que compró los primeros cigarrillos, hace unas décadas atrás.
III
El periódico
Acostumbra leer el periódico durante las mañanas y tiene una forma particular de hacerlo. Como no le importa el tiempo igual no le interesa si lo que presentan las noticias sucedió hoy u ocurrió hace un siglo, para él todo es atemporal, es lo mismo.
No compra el periódico de la misma forma que la gente común, si no que lo hace por kilos, en un pequeño establecimiento del mercado, donde venden libros usados. Lleva algunas monedas por las cuales le entregan a veces hasta diez kilos de periódico, con fechas que en algunos casos pueden ser muy lejanas, eso le basta para leer durante varios días. Además lee en sentido contrario, de la última página hacia la primera. Durante las noches relee el mismo periódico de la mañana.
IV
La premonición
El jueves más lluvioso un de año lustral se hallaba en el café, donde venden cerveza cruda, ese día se pasó toda la tarde y parte de la noche, tomó varias jarras y fumó muchos cigarrillos.
Normalmente al café no llega gente foránea, la mayoría son los mismos que llegan desde hace varias décadas, de hecho, la fachada, el mobiliario y la ambientación del café no ha cambiado desde aquel primer día que abrió las puertas al público, en un mes de octubre de un año impar. La gente tampoco ha cambiado mucho.
La lluvia apaciguó hasta altas horas de la noche, pero no totalmente, aún permanecía una garúa. Se encontraba dispuesto a regresar a su casa, pero cuando inhaló el final hit del cigarrillo y lanzó este al suelo, pasó algo extraño. Cuando el cigarrillo cayó al suelo, cayó de pie, en forma perpendicular, en ese momento pensó, cuantas probabilidades existen de que eso pueda pasar.
Tomó aquella situación como un presagio, una premonición, y por ello decidió no irse aún del café, de hecho, se fue hasta la mañana siguiente, cuando ya no llovía.
V
El tornamesa
Ciertos días del año siente ganas de escuchar música, busca el viejo tornamesa y el único disco que tiene. Escucha el disco varias veces hasta que la misma tonada lo disloca de la realidad y lo lleva a un sueño lejano, un bello recuerdo.
Escucha con suficiente paciencia las canciones del viejo disco, además fuma algunos cigarrillos mientras se recuesta sobre el amoldado sillón de la sala. Durante ese tiempo no siente ninguna necesidad, solo escucha el disco una y otra vez. A veces murmura un par de tonadas que casi no se escuchan ni siquiera por el mismo. Después de un buen rato guarda el tormanesa en el mismo lugar de donde lo sacó y continúa con lo que estaba haciendo antes de escuchar la música, nada.
VI
La máquina del tiempo
No usa reloj, por que medir el tiempo significa afirmar en que momento se encuentra, de hecho no sabe como se usa un reloj, para todas sus actividades, que no son muchas, lo que utiliza es el instinto, algo biológico le indica el tiempo.
Está totalmente programado, incluso sus necesidades básicas las hace siempre en una hora específica, todo tiene su momento exacto y definido para él.
Nunca ha utilizado un reloj, una máquina del tiempo, pero es preciso en sus quehaceres, nunca se desvía, su instinto en un péndulo crono, incluso la hora del baño, la hora de cenar, la hora de dormir, la hora de ir al café donde venden cerveza cruda, todos sus horarios son exactos, tal vez una relación extraña del tiempo lo posee, una dimensión más exacta, como sus sueños.
VII
El sueño
Regresó a su antiguo trabajo y todo estaba tal cual lo dejó, sus compañeros, a los cuales nunca les habló, estaban igual, tampoco ahora les habló, su escritorio estaba exacto, con excepción de algunos papeles amarillentos que estaban por archivar.
Parecía como sino hubiera pasado el tiempo, como si lo estuvieran esperando, como si no hubiera pasado nada.
Hizo lo mismo de todos los días, nada, ese era su trabajo, sentarse frente al escritorio, ver como le colocan papeles, algunos por los archivar, muy pocos, otros tan solo alguien los coloca y otra persona se los lleva, él no hace nada, contempla el tiempo pasar.
A la hora del almuerzo, fue al mismo restaurante y pidió lo mismo que siempre ha pedido, caldo de sopa sin vegetales, sin carnes y un vaso de agua. Después del almuerzo, de regreso a la oficina no hizo nada, solo se sentó y ni siquiera vio a la gente pasar, sus compañeros ni siquiera se percataron de su regreso, incluso no se percataron de su salida.
Por la tarde a la hora de la salida del trabajo, se percató de algo, cuando dio el primer paso fuera de la oficina vio sus pies y los vio descalzos, no llevaba zapatos.
VIII
La soledad
El día de muertos sintió algo que no había sentido antes, o tal vez sí, pero no lo recuerda, la soledad.
Ese día lo aquejaba una sensación de soledad extenuante, abrasadora, una soledad tan sola que le hacía sentir más sólo que la misma soledad. No hizo nada, se quedó recostado en el viejo sillón de la sala, como agasajando un sentimiento de impotencia.
Tardó varias horas en percatarse de la situación real, pero cuando lo hizo, sintió que no le importaba, encendió un cigarrillo, se puso de pie y salió a la calle, caminó por el parque y llegó al café donde venden cerveza cruda, entró.
Por la noche regresó a su casa y no recordó la razón por la cual había salido, se sentó sobre la cama, se quitó los zapatos y leyó un viejo libro de filosofía alemana, algunas horas después se quedó dormido con el libro.
IX
El sueño
Los días de invierno, con el frío, siente en su pierna izquierda un dolor justo en el centro de la rodilla, no es mucho, pero es constante, incesante, como la punta de un alfiler caliente, y a cada paso siente que se le inocula en la rodilla. No le gusta salir los días de invierno.
Aquel traumático día tuvo que salir a comprar algunas latas de sardina y como si fuera una premonición de su pensamiento, sabía que era invierno, frío, como el pensamiento de un asesino, no tenía ni un exiguo deseo de ir y cuando dio el primer paso fuera de la casa vio que colocó el zapato derecho en la entrelinea de dos de los cuadros de la cerámica, lo tomó como algo sin importancia, auque sabía que eso era el preludio de algo mayor.
Salió y caminó algunas cuadras, ya sentía la punta del alfiler inoculándosele en su rodilla, cada vez más penetrante, en la esquina de una cuadra impar ya no pudo caminar, se desbalanceó, el dolor fue demasiado, la rodilla se le destruyó, cayó de frente a la calle, su cara iba directo al suelo, cerró los ojos para evitar el golpe, luego despertó de aquel sueño, tomó una tasa de café amargo.
X
La cama
El tiempo de dormir, es un tiempo exacto, todas las noches, cada noche, al menos cuando esta en casa. Tiene una hora específica para dormir y de de hecho tiene todo un ritual para ir a la cama.
Una de las cosas más extrañas en su forma de dormir, de su ritual, es que siempre se acuesta boca arriba y con sus manos en el pecho, en actitud de difunto, tal vez lo crea realmente, o tal vez presienta su muerte de esa forma, mientras duerme.
Duerme en la posición de muerto, del lado derecho de la cama y no se mueve de ahí, al día siguiente se levanta tal cual se acostó, como si el tiempo no hubiera pasado, para él todo es atemporal, incluso sus sueños.
XI
El Diccionario
Junto a la cama, al lado derecho, en el suelo, a la par de la mesita de noche, tiene dos grandes diccionarios de la real academia de la lengua española.
Los diccionarios son de ediciones distintas y uno de sus placeres más salaces es leerlos y comparar las variaciones en las definiciones de las palabras de una edición a la otra, conoce muchas palabras, algunas muy extrañas, algunas bonitas según su apreciación y otras no tanto según su misma apreciación.
El día de brujas leyó una palabra que le pareció bastante bonita, es la palabra "apostasía" cuyo significado no varia en ninguno de los dos diccionarios, además piensa que es una palabra que ha logrado varios prosélitos durante los últimos tiempos.
XII
El libro
Antes de dormir, antes de que el tiempo exacto de dormir llegue, suele leer alguno de sus ya repetidamente leídos libros.
El tiempo para él no es una relación como la perciben el resto de las personas, para él, es una relación específica de cada cual, en particular, mide el tiempo de forma que no necesita ningún mecanismo externo, se trata de algún tipo de mecanismo biológico o de costumbrismo exagerado.
Sin embargo algunas veces su relación del tiempo se pierde un poco, se disloca. A veces cuando esta leyendo en la cama y el tiempo de dormir llega, el libro duerme con él, como no tiene oportunidad de despojarse del libro lo que hace es tomar su posición de dormir, la de difunto, y con el libro en las manos y estas en su pecho, se duerme.
Por la mañana despierta igual, como un muerto y parece que el libro, lo único que lo mantiene atado a este mundo, lo revive, cual libro de la vida.
XIII
El sueño
La noche bisiesta tuvo un sueño, fue uno de los sueños recurrentes. Sueña que está en una carretera desolada y que tiene varios días con sus noches caminando.
En la carretera nadie caminaba con él, esta solo, como siempre. A lo lejos puede ver el final del camino, es su casa, pero cuando llega y le falta muy poco para llegar la calle poco a poco se va empinando.
Finalmente, a pocos metros para llegar, el camino practicante se vuelve perpendicular, de hecho ya no camina, escala afanosamente por llegar, resbala, no puede sujetarse, e intenta de toda forma llegar al final del camino para estar a salvo, siente que no terminara nunca y que si no llega a su casa no va estar tranquilo.
En el sueño nunca ha podido llegar al final del camino, tal vez en su vida tampoco.
XIV
La ropa
El armario que tiene es viejo y muy comido por las polillas. Ahí guarda la ropa, en realidad no es mucha, son exactamente siete trajes negros completamente iguales y siete camisas blancas de la misma marca.
Parece que todos los días se vistiera con la misma ropa, su traje negro con camisa blanca, cacheta negra, zapatos negros y un sobrero negro de ala ancha, al estilo gangster en decadencia.
Sus trajes, de estilo italiano, se los confeccionaba un viejo sastre de una esquina amarilla del barrio, pero cuando este murió no tuvo el valor de hablar con otro sastre, con el difunto tampoco lo hizo nunca. Los trajes que tiene ahora están muy corroídos por el tiempo, igual que él.
XV
La ventana
El apartamento solía tener una ventana, pero cuando él se instaló, colocó el viejo armario de forma que tapó toda luz que pudiera entrar por la ventana, desde ese día el apartamento se convirtió en un lugar taciturno, igual que él, con un aire de funeraria y un cierto olor a alcohol podrido que se cuela entre las paredes y no encuentra escapes de aire.
Todo lo que entra al apartamento se vuelve grisáceo, todos los muebles, que son pocos, tienen una expresión cabizbaja, melancólica.
XVI
La Mesa
No hay mucho espacio en su apartamento, pero tiene un pequeño comedor. Una mesa de cenízaro y dos sillas de la misma madera, siempre utiliza la misma cuando va a comer, la otra esta empolvada por el desuso, nunca la utiliza.
La mesa esta totalmente despigmentada por la antigüedad, la compró el mismo día que compró el apartamento, aunque tiene un círculo que aun no ha perdido el color original , de madera tintada, ese círculo corresponde al preciso lugar donde siempre coloca el plato para comer.
XVII
La Vajilla
Al igual que la mesa, la vajilla también la compró el mismo día que compró el apartamento, era una vajilla de doce platos planos y doce platos hondos, nunca utilizó los platos planos.
Era blanca, completamente blanca, pero con el pasar de los años ya las piezas tienen un color amarillento. En realidad desde el primer día solo ha utilizado un único plato, nunca lo ha cambiado.
Solo tiene un único tenedor y un único vaso, el tenedor es de plata forjada y el vaso de vidrio transparente, cristalino, aunque con el tiempo ya no es tan transparente, tan cristalino.
No ha necesitado más piezas para comer que las ya mencionadas, su comer es una apología de antigüedades.
XVIII
Los Zapatos
Los zapatos al igual que los trajes, son idénticos, tiene varios pares pero todos idénticos, tan apropiadamente amoldados a sus pies, que no se podrían encontrar diferencias entre un zapato de un par y otro, sin embargo él conoce con exactitud que zapato corresponde a cada par determinado.
Los zapatos que utiliza entre semana no son los mismos que utiliza el fin de semana, tiene una preferencia especial para los fines de semana, aunque todos son iguales.
En el dedo pequeño del pie derecho tiene un callo, todos los zapatos ya tienen esa malformación que se ajusta para no causar molestias al caminar.
XIX
El sueño
Aquel día durmió a la misma hora de todos los jueves de los años impares, no sabe cual es, pero es la misma, durmió y tuvo un sueño que lo despertó exacto a la hora del gallo.
El sueño fue extraño, soñó que estaba caminando por una calle solitaria, alejada de la cuidad y de pronto se encontró frente al panteón municipal, no pudo detenerse, entró, camino por entre los sepulcros, leyó los nombres de los que allí yacían, siguió caminando, anochecía, la neblina se hacía presente, sintió miradas, extremó el frío, adelantó hasta el centro del panteón, encontró una cripta y entró en ella.
En la cripta yacía un único difunto y una única inscripción fúnebre que expresaba: “Yacen aquí los restos de una fría alma, su nombre no se dirá, para que su triste historia no se vuelva a repetir”.
Despertó del extraño sueño y no pudo dormir más, tomó dos tazas de café amargo y fumó algunos cigarrillos.
XX
El Café de la Esquina
El día 9 de abril se levantó igual que siempre, como un difunto, preparó café y se tomó algunas tazas, se las tomó amargo, como ayer, como siempre. Luego se recostó en el viejo sillón y fumó algunos cigarrillos, observó la pasividad con que el humo se disipa en el ambiente, le pareció hermoso, hizo algunos círculos con el humo, después estos se esparcían y parecían crear imágenes, tal vez algunos recuerdos lejanos.
Permaneció así toda la mañana, hasta el medio día, decidió almorzar, revisó y solo le quedaba una lata de sardina, la sirvió junto con un vaso de agua, comió y sabía que tenía que ir a comprar más latas de sardina.
Buscó su chaqueta, estaba en el mismo lugar de siempre, se la puso, fumó un último “Romero y Julieta” antes de salir por las latas de sardinas.
Presintió que ese día iba a llover, aun así no quiso llevar el paraguas, salió del apartamento, y camino como siempre del lado derecho, en sincronía con los cuadros de la acera y con las manos en los bolsillos.
Así fue todo el camino, vio hacia el cielo y lo notó gris, asumió la lluvia como una realidad, aunque aun no caía.
Llegó a la tienda y compró las latas de sardina igual que siempre, de regreso a casa recordó que era sábado y que los sábados va al café donde sirven cerveza cruda. Se dirigió hacia el Café, cruzó el parque y cuando el café aun no estaba a su visibilidad total vio algo extraño, continuo acercando hasta llegar a la entrada precisa del café donde sirven cerveza cruda, había un anuncio municipal que decía: "Cerrado Permanentemente".
No pudo pensar, se quedó ahí, soltó la bolsa que traía en la mano, miro fijamente el letrero, no se pudo mover, fue como encontrar un portal a otra dimensión, una inexacta, inverosímil, fue irracional para él, no respiraba, luego de ese momento impreciso se volvió hacia la calle, dio un par de pasos y se sentó en la cuneta de la acera, empezó a llover, se estaba empapando, los automóviles le pringaban con el agua de los charcos, su mirada esta extraviada, taciturna.
Se quedó sentado, empapado, impotente, difunto, se quitó los zapatos y los tiró a la calle, no llevaba medias, se quedo ahí, inmóvil, muerto, descalzo.