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Prefacio
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Ha muchos años de esta historia, es el anecdotario de dos amigos que pasaron juntos por los caminos de la pubertad, entre bromas y travesuras propias de la edad, pero después alguna trampa cizañosa del destino los llevó a cada uno por laberintos diferentes, sin embargo al final de los tiempos tuvieron la dicha de reencontrarse y poder platicar sobre las vicisitudes que los llevaron a recorrer el mundo por veredas distintas, y que moldearon cada uno su vida de forma particular.
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I
El Reencuentro
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Primera conversación.
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― Mazo: Mi buen y viejo amigo Ergo, ha muchos años que mis longevos ojos no te observaban, y hoy cuando el final de mis tiempos se acerca prematuramente quisiera tener una última conversación contigo, donde podamos acercarnos a algunas dudas que todavía tengo sobre la vida, dudas que me embarazan intempestivamente, y que durante las noches de luna me carcomen la mente a pedazos, dudas que aún a mi larga edad no he logrado descifrar.
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― Ergo: Habla amigo Mazo, que para estos momentos yo también estoy sintiendo que el tiempo se me va y que cada segundo es un obsequio divino, del cual debemos aprovecharnos para poder salir de la mejor manera, de esto que las personas llaman existencia.
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― Mazo: cuanto aprecio al destino, el azar me trajo hasta aquí, para darme esta última oportunidad de estar con una persona con la cual tengo la confianza para poder platicar libremente, sin prejuicios ni amenazas, que es lo que normalmente sucede con el resto de las personas, que atacan sin saber, son prejuiciosas y malencaradas, sean de la nobleza o de la gleba, que de la misma forma como se lo hicieron al Maestro, son capaces de crucificarte sin antes tener un poco de argumento, sin saber y sin pensar, son capaces del clavarte y varios días después te preguntarán que era lo que intentabas decir, pero ya cuando la carne esté rancia y los gusanos estén devorando lo que quede de tu cuerpo, en ese preciso momento ya esa pregunta no valdrá nada, por que ya no podrás responder, estarás casualmente muerto y putrefacto.
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― Ergo: si amigo mío, tienes toda la razón, las personas no son personas son solo máquinas que al compás se mueven, van todas en la misma dirección y ninguno se atreve a preguntarse si es la dirección correcta, y lo más pernicioso de eso es que los pocos que por el milagro del pensamiento lograr cuestionarse la dirección, en esta sociedad tienen solo dos caminos, ser enmarcados como dementes, sin cordura, en cuyo caso nadie les prestará atención verdadera, y el otro camino es su eliminación, y este es el caso que tu mencionas, el de la crucifixión, en cuya situación como ya lo dijiste, lo único que queda es una pregunta sin respuesta y un pedazo de carne descompuesta y hedionda.
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― Mazo: cuan sinceros nos volvemos con el tiempo amigo y cuan tortuoso es nuestro camino, el de los pensadores, con solo dos funestas salidas, pero nada podemos hacer, debemos ser honestos con nosotros mismos y con los que tienen fe en nosotros, no podemos engañarnos a nosotros mismos ni engañarlos a ellos, nuestro pensamiento debe ser sin prejuicios y directo, libre y total, no parcial, y sobre todo sin codicia ni envidia, que para mi son dos de las peores enfermedades con las que vive la gente.
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― Ergo: Entiendo lo que dices, pero he de decirte que esas enfermedades se apaciguan con el tiempo, son fuertes y robustas durante la juventud pero después por la misma acción del tiempo se vuelven débiles y flacas, al menos así sucede en las personas de corazón puro, que aunque su pensamiento no vaya más haya de su vista en una noche de neblina, su corazón los guía por actos que no perjudican a los demás. Y antes de que me repliques, sé que existen las otras personas, las que tienen por corazón un pedazo de carne con lepra, pero por estos no debemos preocuparnos demasiado, por que al final de los tiempos ellos van a estar solos y nadie se acordará de su inútil existencia, son individuos despreciables que todos odian, y que por ello nadie desea ni siquiera tenerlos en su mente.
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